Fundación Ama Amoedo anuncia iniciativas y programas

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Fundación Ama Amoedo

Anuncia iniciativas y programas

La Fundación Ama Amoedo anuncia sus nuevas iniciativas, que incluyen becas, residencias artísticas y programas para apoyar el trabajo artístico y curatorial. El objetivo es estimular, dinamizar y profundizar la comprensión del arte latinoamericano, con un foco particular en las escenas de Uruguay y Argentina. Estas iniciativas se suman a la preexistente Residencia

FAARA destinada a artistas de Latinoamérica, el Caribe y la diáspora, que en 2023 continuará con su segunda edición.

Segunda Edición Residencia FAARA 2023:

La Residencia FAARA continuará con su segunda edición en 2023. El Comité de Selección está integrado por los curadores: Solana Chehtman (Directora de Programas para Artistas,

Fundación Joan Mitchell, NY), Miguel A. López (Curador y escritor independiente) y Tobias Ostrander (Curador Adjunto Estrellita B. Brodsky de Arte Latinoamericano, Tate Modern, Londres).

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José Ignacio, Uruguay 2023

Los artistas seleccionados son: Marilyn Boror Bor (Guatemala); Seba Calfuqueo (Chile); Lizania Cruz (República Dominicana); Paola Monzillo (Uruguay); Rita Ponce de León (Perú) y Florencia Sadir (Argentina).

En palabras del Comité de Selección:

“Como jurado hemos buscado elaborar una selección de artistas de América Latina que provengan de distintas geografías, generaciones y trayectorias, a fin de que puedan retroalimentarse mutuamente durante la residencia. Estos artistas vienen desarrollando formas de investigación rigurosas y promisorias que toman como punto de partida la pregunta sobre cómo y qué significa pertenecer a un territorio. A través de un rango variado de lenguajes –el dibujo, la fotografía, la instalación, dinámicas procesuales y la performance–, sus obras están comprometidas con imaginar nuevas maneras de narrar las historias de su contexto. Esperamos que la Residencia FAARA les ofrezca un espacio de concentración y reflexión para el desarrollo de sus procesos actuales.”

Nuevas iniciativas:

Las Becas Fundación Ama Amoedo, que comenzarán en 2023, están destinadas a diversos agentes del campo artístico latinoamericano, con un foco predominante en Sudamérica. Las becas brindarán recursos y oportunidades para el fortalecimiento del ecosistema artístico y sus instituciones. Se otorgarán un total de 10 becas por año, en cuatro categorías: Artistas, Arte y Compromiso Social, Organizaciones, y Publicaciones.

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José Ignacio, Uruguay, 2023

FAARA SUR es una nueva residencia que tiene lugar en Casa Neptuna y está destinada a conectar agentes culturales (artistas, escritores, cineastas, bailarines, curadores) en un encuentro de producción creativa con el fin de incentivar el diálogo interdisciplinario latinoamericano. El objetivo es proporcionar tiempo y espacio para la concentración en tareas específicas, creando un marco propicio para el pensamiento crítico, la reflexión, la lectura y la conexión con el entorno. El artista Edgardo Giménez y la historiadora de arte María José Herrera dieron inicio a este programa en octubre de 2022.

FAARA CONECTA permite que artistas de Argentina y Uruguay participen de residencias internacionales en alianza con la Fundación Ama Amoedo. En 2023, La Fundación Ama Amoedo realiza alianzas con Delfina Foundation (Londres) y Casa Wabi (Puerto Escondido, México). Los objetivos de esta nueva iniciativa son facilitar el diálogo entre artistas, ampliar redes de conectividad y estimular la producción en diferentes contextos culturales.

El Viaje de Investigación Curatorial está destinado a curadores internacionales y ofrecerá a partir del 2023 la oportunidad de visitar y estudiar las escenas artísticas locales de Uruguay y Argentina, para ampliar sus conocimientos culturales sobre la región.

El Programa de Apoyo a Exhibiciones busca fortalecer la investigación, la experimentación y el trabajo artístico y curatorial con la intención de fomentar las prácticas artísticas interdisciplinarias y favorecer una visión más completa del arte contemporáneo latinoamericano a nivel global. En 2022, la Fundación apoyó los pabellones nacionales de Argentina y Uruguay en la 59º Bienal de Venecia, Italia, entre otras exhibiciones. Conexiones Regionales. A través de alianzas y apoyos a instituciones locales, esta iniciativa promueve la colaboración con diversos agentes, instituciones y organizaciones de Uruguay para generar una conexión más profunda con la comunidad y la difusión del trabajo de los artistas en el panorama local e internacional, que incluye alianzas con Subte (Montevideo); apoyos institucionales a Campo ArtFest (Pueblo Garzón) y al Festival de Cine de José Ignacio (José Ignacio).

Sobre Fundación Ama Amoedo: La Fundación Ama Amoedo es una organización sin fines de lucro concebida con la misión de crear un impacto duradero en el ecosistema del arte contemporáneo latinoamericano. Nuestro objetivo es fomentar la presencia de artistas de la región y amplificar su visibilidad en la escena artística global.

Con sede en Uruguay, la Fundación Ama Amoedo se creó en 2021 para formalizar los apoyos que Amoedo ha estado realizando de manera independiente durante más de veinte años como filántropa, mecenas y coleccionista. Con un enfoque especial en las escenas de Argentina y Uruguay, la Fundación ofrece a artistas y agentes culturales diferentes iniciativas para apoyar sus prácticas, como becas, programas y residencias artísticas con el fin de promover diversas miradas y discursos.

Fundadora Amalia Amoedo es filántropa, mecenas y coleccionista de arte. Durante más de veinte años, ha apoyado activamente a artistas, agentes culturales y numerosas instituciones de manera independiente, consolidando con la creación de la Fundación Ama Amoedo numerosos años de acompañamiento de la escena del arte contemporáneo. En la actualidad, es miembro del Comité de Adquisiciones del Círculo Internacional de América Latina del Centro Pompidou (París), del Comité del Fondo de Arte Latinoamericano y del Caribe del MoMA (Nueva York), del Comité Internacional y ex presidenta de la Fundación arteBA (Buenos Aires), de la

Asociación de Amigos del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y del Consejo Asesor Internacional de Americas Society (Nueva York). Nacida en Argentina, Amalia Amoedo vive y trabaja en Uruguay.

Art Basel Miami

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Art Basel Miami

Feria de Arte Contemporáneo

Art Basel Miami Beach empieza en los tempranos 2000, funciona como un punto de encuentro entre América Latina y Norteamérica. La ciudad como sabemos está definida por el estilo art deco de 1930, y su escena de fiestas simbólicamente representada por los 80 y 90s. 

En mi experiencia por más fantasma que parezca la escena nocturna actual de Miami Beach, durante la semana del arte y art basel en particular, la ciudad vuelve a tomar ese fervor. 

SEX (1992) de Madonna en South Beach, muestra tomada por Steven Meisel, hace ya 30 años. Fue para m,i un highlight a nivel sensorial. Saint Laurent expuso estas fotografías en Ocean Drive sobre la playa, se siente la vibración parecida a lo que fue Miami Vice en los 90s. Podías tocar el empoderamiento de la diva del pop. 

 

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Madonna por Steven Meisel, SEX en Miami Beach

Art Basel con ahora  20 años de antigüedad en Miami Beach, logró democratizar el escenario y proponer un espacio para todo tipo de arte multimedia, esculturas, fotografías, performance e instalaciones. Abrió el abanico y a través de los años se institucionalizó cada vez más, alrededor de la ciudad y ahora también, Wynwood tomó mayor importancia en el recorrido. 

A mi agenda le sume algunos puntos clave en mi descubrimiento de 6 días sobre la escena de ntfs, unas circunstancias under completamente en los barrios a side de la escena fancy de Florida.

Este año Art Basel fue curado por Magalí Arriola, directora del Museo Tamayo, y previamente del Museo de arte Carrillo Gil, ambos en México. Trabajó como curadora en la 8th biennal de Panamá, y como visitante en el instituto de arte contemporáneo de San Francisco. Esta vez, encontré en la feria, un aire a museo que no había en años anteriores, algunas instalaciones, entre ellas sobre video analógico. Pude apreciar obras de Picasso, al lado de Joan Miró seguida de un Wayne Thielbaud y Jean Dubuffet en una de las galerías más emblemáticas de la feria. 

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Picasso
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Wayne Thiebaud

Encontré obras de Jessie Henson que me resultaron una ola pop, orgánicas, con betas de papel que se entrelazan, una al lado de la otra, en la galería de Anthony Meier. En la galería de Matthew Marks (nyc), una obra de Joan Brown, al estilo arte 3d “Enamel on canvas”. 

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Jessie Henson
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Helen Frankenthaler
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Tom Waselmann

En Van de Weghe fine art, Andy Warhol de 1976. En Eward Tyler Nahem (nyc) Helen Frankenthaler 1974, de 2 metros 70cm, por 198cm de ancho. Tom waselmann 1971, fetiche de pie humano pop, encontré Amoako en más de una galería, y me recordaba a las pinturas de Keith Haring, una vendida durante la feria, por 4.5 millones de dólares. 

Richard Deacon en modo instalación, me resultó en Double talk, 1987, un shift a la escultura contemporánea, me recordó a Pablo Reinoso, a sus esculturas en madera. A Wei Wei, por su combinación con el cuero, un fetish que permite al espectador enfocarse no solo en la obra sino en el cuarto que la contiene, el diálogo entre ambas.

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Amoako
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Jaume Plensa-

Quisiera estar ahí recorriendo horas, agrego las fotos de mi recorrido así pueden verlo ustedes también. Me pregunto, cómo puede generar la sensación de ver una obra, un estilo, como si fuera la primera vez, cuando ya vi sus obras tantas veces, como puede ser que Picasso siga sorprendiéndome. Encontré más de una obra que nunca había visto y me sorprende que tenga su sello, como si fuera impredecible que fuera a pintar también esa concepción del mundo, a una mujer, de esa manera. Como cuando estuve en el campo de Fortabat y vi un Picasso en representación del tiempo colgado en el cuarto del comedor. Y aunque simbólicamente es un espacio tiempo en sí mismo, su propia representación del reloj de arena lo expresa todavía más.  Casi imperceptible, escondido, denotando su adaptación a las paredes de madera, en tonos tierra y rojos, su manera de interpretar el tiempo, parecía desfasada, conceptual, actual. 

Pasee por el vip de la feria, es una puerta a un escándalo de marcas con stands promocionando su nuevo espacio del metaverso en este plano. 

En Art Basel también encontrabas un cajero de ATM, en el que cualquiera podía insertar su tarjeta de débito y te marca en el ranking de balances bancarios que lugar te

corresponde. El colectivo MSCHF fue el encargado, la pieza fue vendida por 75.000 a un coleccionista de Miami, y en conclusión el balance más grande fue de 9 millones de dólares. 

De Artsy tomé el resumen de ventas, las galerías se fueron contentas con las ventas,  y los coleccionistas privados, y las instituciones que adquirieron obra. 

Las ventas top que expuso Artsy sobre las ventas:

Andy Warhol, Flowers 1964, por 3.8 millones

Keith Haring Untitled 1981 4.5 millones

Gladstone Gallery sold a Keith Haring tarp painting, Untitled(1981), for $4.5 million. 

Michael Armitage por 3 millones por parte de White cube

Kerry James Marshall 2.8 millones. por Jack Shainman Gallery. 



Nimbo por Mariana Bersten en Fundación El Mirador

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NIMBO por Mariana Bersten

En Fundación El Mirador

En Fundación El Mirador, Mariana Bersten introduce un mundo infantilizado por la monstruosidad desahogada en juegos y actitudes lúdicas. Tania Puente, curadora de la escena, describe esta fantasía como la sensación de “flotar por el cielo”

Me gustó su forma de describir en escala planetaria como la sensación de un ciclo que chorrea el agua que compone a todos los humanos y a su vez alimenta nuestro cuerpo viscoso. Eso fue lo que me quedó impregnado a mi, al menos. Puedo ver a la artista en el centro de la escena, ese nexo que Tania hace entre las nubes en el que ve como se acerca lo divino a lo terrenal: “La ecología de las manifestaciones y las emociones es tramposa y falaz, y nos seduce con un pacto de verosimilitud al cual nos cuesta negarnos” 

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En la exposición encontramos la voz de la artista en off, que nos habla y detalla distintos momentos de su vida, desarrollados en su último libro “Puta presa y presa puta”. 

Las esculturas de animales en el espacio cobran vida de manera efervescente y colorida, son parte de la memoria subconsciente que trabajó en cada capa y en cada rigurosidad, hasta darle forma a la carne sintética. Podemos adivinar que insinúan, de manera grotesca, algunas de las cualidades más difíciles de contener en un material amorfo, caótico, aglutinado, algunas como la ternura, el juego, la verdad, y a su vez, la oscuridad de intentar concebir ese mismo efecto feliz en algo carnoso, que habita sin representar vida y se refriega con detalles aún más sutiles pronunciando su inestabilidad. Los animales y los ecosistemas subacuáticos suspendidos en el tiempo  se desvanecen como agua que en un susurro, en secreto, desaparece en forma de lluvia, y se vuelve a completar un ciclo que estalla en colores con un tinte no degradable, la huella apocalíptica de una fantasía embellecida por una mirada pop infantil.

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Bs.As. Argentina 

«El fin de la Imaginación» con Mariana Telleria por Adrián Villar Rojas

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Adrián Villa Rojas en “El fin de la imaginación”

con Mariana Telleria

La muestra estaba fabricada y modelada para las salas del Bass Museum en Miami, Florida, una escultura al estilo renacentista, acostada, sobre una escena post apocalíptica, con cara de desasosiego, tapándose la cara con un mano y apoyando la otra en la cintura. Una tela tipo arrugada apenas marmolada en forma de tapado sobre sus piernas y los pies sostenidos en el aire, sobre la arena llena de armas, huellas de tamaños desorbitantes y cámaras de filmación. Como si una guerra hubiera sucedido y documentar hubiera sido parte de la guerra que destruye y dejó atrás una época. Las pantallas con ntfs parecen aludir a la nueva era, el contraste entre lo barroco y lo intangible de la digitalidad.

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Las pantallas con ntfs, tienen frases como “Frimaine” un nombre utilizado comúnmente en francia y las palabras, “automne” en francés, en espanol, “otoño”. Junto a pantallas que cambian sus números, del 51 al 52 , 53, 54, 55, 56, y otras con 07, o 22,  otras con secuencias de números, 210+546+577+520+677+858 en la misma pantalla. Mientras que algunas estaban vacías, con imágenes de colores, entre rotas y ralladas, como cuando una pantalla está fuera de uso, y su formato se rompe. En la otra sala encontrábamos una instalación de estilo arcaica llegada de marte, como si fuera una combustión entre la tierra y el cielo. Unas esculturas de mármol que hacen referencia a jinetes, mientras que habitan unos seres robóticos entre lo real y la máquina, inmortalizados en marmol. Vemos al lado de un jinete en un pedestal, una especie de escorpión mecánico dirigido por un avatar del espacio. Un calderon grande abarca un “aquí reposan los restos de”  y en otro salón una heladera que contiene una torta, con un dinosaurio que murió y dos velas. 

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Guillermo Kuitca «El teatro de la pintura»

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Guillermo Kuitca

David’s Living Room Revisited, 2014

A room by Guillermo Kuitca after David Lynch’s

installation Untitled (2007)

Commission for the exhibition Les Habitants,

Fondation Cartier pour l’art contemporain, Paris, 2014

Photo ˝ Olivier Ouadah

Guillermo Kuitca

El teatro de la pintura

La casa de Guillermo Kuitca está rodeada de andamios: los pintores de brocha gorda le están refrescando la cara al petit hotel de Belgrano que habita desde hace años. Puertas adentro, el artista empuña pinceles de distinto calibre para hacer obras que rápido vuelan a Londres o Nueva York para encontrar nuevos dueños. Entre proyectos de muestras, libros y, siempre, pinturas, Kuitca se toma un tiempo para pensar sobre el camino andado y su lugar en el arte argentino actual.

Hace unos meses que no visito su taller, y veo que algunas pinturas han cambiado y otras permanecen colgadas en las mismas paredes. Tres teatros de gran formato y diferentes épocas ocupan un sector. Son obras parecidas pero diferentes. Kuitca está pensando en una muestra de cámara, y ensaya. “Hay temas muy clásicos en mi trabajo: teatros, mapas, plantas, camas… con tratamientos formales muy distintos y a través de lapsos de tiempo que ahora se hicieron muy grandes”, explica. Pasaron entre las piezas diez o veinte años.

Intervenir en el mercado no es lo mío. Si la galería lo quiere hacer, no me entero exactamente, pero yo no podría. Es tan complejo el sistema ahora… Antes éramos el artista, el galerista y el coleccionista; ¡ahora hay tantos jugadores nuevos! No tengo una colección amplia de mi obra, y en los últimos años empecé a pensar que quizá algunas piezas debería tenerlas. Pero el artista tiene la posibilidad de que la moneda sea su obra”, dice. Otro de los teatros en exhibición provisoria es uno más tardío, más figurativo y expresivo, casi narrativo.

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Guillermo Kuitca “El teatro de la pintura”. 2017 Oleo sobre madera y vidrio 33 x 30 x 33 cm

Ya no está el escenario pintado con ese patrón geométrico con claroscuros que se ha vuelto recurrente en estos últimos años. Era, quizá, la última evolución de los teatros. Se exhibió en su más reciente exposición en Londres, en la galería Hauser & Wirth y ahora fue enviado a Suiza. Solo quedó un boceto, que como todos sus bocetos, es posterior a la obra. Una maqueta pequeña que tiene una hendija para introducir el celular en modo linterna y recrear la pieza tal cual es, con su iluminación y todo –Kuitca lo muestra orgulloso, a pura risa–. Entre las obras más nuevas hay una puerta inclinada. “Es bastante rústica. Medio de backstage. La manija, al tener una pequeña torsión, permite imaginar que alguien la está abriendo, detrás o entre nosotros y la puerta”.

Aprecia mucho una obra de 1994, de las primeras en las que el teatro se ve desde el punto de vista de los espectadores. Tanto, que logró tenerla de vuelta a través de un cambio de obra. “Comprarme a mí mismo es raro y es caro.

El libro de dibujos en el que trabaja hace tiempo ya es casi una realidad, que se palpa en prototipos. Lo editarán Kültur Büro Barcelona (KBB) y JRP/Ringier, una edición al cuidado de Sigismond de Vajay que se imprimirá en Barcelona.

“¡Estoy tan contento con esto! El primer dibujo incluido es de 1969”, cuenta.

Su otro orgullo es una obra pequeña, en tres dimensiones, a mitad de camino entre el objeto y la pintura: por fuera es un teatro de unos 40 centímetros de alto y, por dentro, la superficie manchada y matérica de una paleta aún fresca sobre vidrio. “Hacía tiempo que quería hacer algo que se llamara El teatro de la pintura. Más allá de la literalidad del título, la obra es eso: la pura pintura puesta en escena. No me pasa que me guste mucho lo que hago… ¡pero esto me encanta! Tiene esa idea de que para mí lo teatral en la pintura no es necesariamente lo dramático, sino que hay algo en la pintura que va más allá de lo narrativo que es teatral, al mismo tiempo. Veo colores en la paleta y puedo percibir acción, drama”, dice, y enciende la luz del teatrito para que se aprecien sus transparencias desde afuera. “El teatro de la pintura es una contradicción, son términos opuestos. Se supone que si algo la pintura no es, es teatro. No es ficción, no tenés porqué pactar ante un cuadro lo mismo que en el teatro: el hecho de creer que algo fue dotado de verosimilitud. No es algo de creer o no creer. Acá me parece que el teatro es visto como espacio, y no como condición de la obra. Es una obra concreta; una caja con colores”.

Pasan los años y Kuitca sigue joven, al menos en aspecto. El pelo continua de ese rojizo oscuro, los ojos azules, el estilo despreocupado de siempre y no usa anteojos, o casi, y pasados los 50 eso ya es un triunfo. “Puedo vivir sin lentes, pero no puedo leer de cerca sin ellos. Lo que no puedo hacer es pintar con lentes, porque es una distancia mayor… la distancia de mi brazo”.

Si mirás después con anteojos la obra, ¿la cosa cambia?

–Me pasa con los cuadros grandes, los murales. En uno en Somerset, Inglaterra, sucedió que lo veía blureado, fuera de foco. Sentía que le faltaba algo de precisión. Lo miraba extrañado, ¡hasta que me puse los lentes! ¡Qué alivio!

¡Estaba bien definido! Fue como apretar un botón. Tengo que preparar para el año que viene mi vista y mi cuerpo, porque tengo que trabajar en un espacio mucho mayor en Escocia. No es una iglesia, que es lo que me gustaría, sino el restaurante de un hotel en el medio de la nada. Un lugar espectacular, pero remoto.

Lo que sí se verá en Buenos Aires en la muestra de la colección de la Fundación Cartier en el CCK, de la que sos curador, a partir de octubre.

–Es la continuación de Les habitants, por la que estuve trabajando en París en febrero pasado. La segunda parte de esa muestra, aquí en Buenos Aires, se llamará Les visitants, una palabra que en realidad no existe. Se extiende muchísimo la cantidad de obras y de artistas, es enorme la muestra como lo es el espacio del CCK. Técnicamente es muy compleja, porque hay muchas salas de video. Es un desembarco importante: Patti Smith, David Lynch, grandes fotógrafos como William Eggleston, Francesca Woodman, Wolfgang Tillmans y Nobuyoshi Araki. Se trata de una colección cuyos acentos más fuertes son Francia, Japón y África. Una oportunidad para conocer la obra Hiroshi Sugimoto y la de Rinko Kawauchi, una joven fotógrafa excepcional, que no se han visto acá. Son 22 artistas, algunos con veinte obras, otros con una sola instalación.

Además, hay un proyecto de hacer un programa paralelo de acciones que la fundación suele hacer: Les Soirées Nomades, que son performáticas, danza teatro, charlas, música; Les Nuits de l’Incertitude, que son debates, y las maratones de entrevistas infinitas que hace Hans Ulrich Obrist. La muestra va a estar seis meses y lleva tiempo verla. Yo estoy muy comprometido en todo, pero de mi obra sólo va a estar la reproducción del living room de David Lynch tal cual estuvo en París, apenas un poco más grande: el cuadro de Lynch, el fondo mío, la voz de Patti Smith y su presencia, creo, en algún momento de la exposición. Va a haber una buena selección de fotos de ella: su trabajo fotográfico es muy extenso y muy bueno. Ella es fabulosa. Hay cosas fascinantes, como la serie de desnudos de Lynch, que hizo antes de Blue Velvet, cuando está en el nacimiento de su lenguaje fotográfico, y cuando lo ves, ¡es puro Lynch! Eso viene directo de su estudio, además de un conjunto enorme de trabajos en papel. La colección es gigante. Lo que hice es una selección según

mis caprichos, mis intereses, mis ganas.

¿Cómo te sentís en el rol de curador?

–Me siento raro. Lo vivo con una responsabilidad enorme. De hecho en ninguna parte figuro como curador: en París la muestra se nombraba como “Les habitants, una idea de Guillermo Kuitca”, y acá será “una mirada de Guillermo Kuitca”. No tanto por pudor como por respeto. De algún modo, creo que el curador hilvana obras de un modo más discursivo, y en este caso son muestras sin discurso, muy intuitivas aunque sé lo que estoy mostrando, con la libertad de no atar las obras a un eje curatorial, ni histórico, ni de una investigación.

Pienso que lo que hago es poner mi creatividad en un collage gigante de piezas de otros artistas.

¿Cómo ha sido tu relación con los curadores?

–Me ha tocado de todo… Cuando trabajás con un curador en una muestra antológica es muy raro que se establezca una relación complicada. En general, soy una persona relativamente fácil en el trato. Puedo tener alguna firmeza, algunas convicciones… pero soy fácil. Ahora en las muestras colectivas sí pueden surgir las dificultades: ¿por qué esta obra? ¿Por qué esta pared?

¿Qué tiene que ver esta obra con este contexto? Aparecen arbitrariedades. Sin embargo, la arbitrariedad como fuerza creativa es fabulosa. Tan importante como el talento mismo. Es de donde saco la fuerza para hacer lo que hago. Me parece que el curador no tiene ese margen, tiene que tener alguna claridad.

Sí me molestaría que una muestra no sea clara para el público, en el que me incluyo: los que vemos arte. Aun el sinsentido. La falta de claridad en el arte es insoportable. La búsqueda experimental también me interesa, y no puede ser concluyente, afirmativa, pero sí puede tener claridad en tanto búsqueda.

Toda obra, todo artista y toda constelación de artistas encierra su lógica y su expresión más clara. Últimamente estoy muy atento a eso. Cuando pierdo el hilo de por dónde fue un artista en una muestra antológica, pienso que ahí hicieron lío. Espero que mi visión en esta muestra sea la más clara posible.

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Foto de la página opuesta: Sin título. 2014 Oleo sobre madera 230 x 106 x 4 cm © Guillermo Kuitca Courtesy the artist and Hauser & Wirth Photo: Alex Delfanne

“Yo me siento muy cómodo frente a la obra de los demás, aún cuando no la entienda. Creo que lo fuerte de esta especie de rol docente es no ponerme en el lugar del que sabe, sino acompañar desde el lugar de que ni él, ni yo entendemos lo que está haciendo.”

Durante la última edición de Arco Madrid, integraste la muestra colectiva Ultramar, curada por Sonia Becce, que intervino las salas de pintura de vanguardias del siglo XX del Museo Thyssen-Bornemisza con pinturas tuyas y de Lucio Fontana, Alejandra Seeber y Juan Tessi. ¿Cómo te sentiste ahí?

–Pasé por la muestra. Ahí se trataba de algo muy parecido a la intervención, éramos visitantes en una colección constituida. No creo que la gracia fuera que la obra se fundiera con el entorno, sino una inserción de obras que iban de visita, casi en misión diplomática. A mí me tocó una sala de arte de posguerra británico, con héroes míos de toda la vida como Bacon y Freud, y justo enfrente de mi obra estaba el Fontana, con el que se establecía una especie de diálogo, un guiño a esa argentinidad de Fontana que está siempre en duda, pero hacemos bien en reclamar. Se veía bien, porque justo mi obra (Doble eclipse) era un poco más figurativa, aún dentro de una etapa abstracta, en un diálogo con obras del pasado –camas, sillas, micrófonos, lunas, charcos, caos–, una obra nocturna y melancólica.

De esta invitación especial a la Argentina en Arco, una de las críticas que circuló era que tenía un sello muy kuitquiano, si es que podemos acuñar el término, porque las dos curadoras encargadas eran afines a tu obra. ¿Sentís que existe una escuela o una corriente que responde a tu estilo, que lleva tu impronta de alguna manera?

–Primero, no conozco personas que tengan un pensamiento más libre e independiente que Inés Katzenstein y que Sonia Becce. Después, podemos hacer un paréntesis y pensar que el inicio de la Beca Kuitca es de 1991 y habrán pasado por ahí más de 130 artistas.

Probablemente, un número elevado de ellos son los artistas que hoy vemos, son mis colegas a los que admiro y sigo. Fueron mis compañeros de ruta. Honestamente, no creo que haya dejado una impronta. Estéticamente, ¡no tienen nada que ver conmigo! Por ejemplo, Diego Bianchi, Eduardo Basualdo, Juan Tessi, Florencia Bothlingk, Jazmín López, Fernanda Laguna, Magdalena Jitrik,

Matías Duville… Tienen lenguajes muy constituidos, muy formados ¡Nadie pinta camitas! Esa crítica no es cierta. La beca es un hecho, esa relación con los artistas existió. Es muy raro pensar el arte de un tiempo y un lugar fuera de los contactos entre artistas, con ese criterio debería estar prohibida la amistad entre los artistas. Yo no soy jurado nunca de nada, porque ahí sí pienso que sería un problema para los artistas que pasaron por la beca. Pero una cosa es ser jurado, y otra es la circulación o el vínculo a niveles poéticos, estéticos o de creación.

Quizás se pueda pensar que lo que les haya quedado de vos sea una forma de compromiso, de búsqueda.

–Ojalá sea eso. Es más probable que ellos hayan dejado marcas estéticas en mí, que yo en ellos. Me ha pasado de encontrarme pintando y decir ‘esto parece una pintura de Mariana López o de Tiziana Pierri’. El trabajo con las becas es muy profundo, muy largo, no está investigado, no parece estar en la agenda de la investigación del arte contemporáneo. Es una historia riquísima para entender el arte local, más allá de las categorías habituales de nuestra historiografía: los ’80, los ’90, El Rojas, Belleza y Felicidad… En esas clasificaciones perezosas no suele aparecer la Beca. Refleja lo que es: un lugar muy privado, heterogéneo, con un acercamiento genuino entre sus participantes, muy difícil de transferir como experiencia. Mi encuentro con ellos sigue siendo desde el afecto y la gratitud mutua, por el hecho de saber que en ese momento compartimos algo valioso en ambos sentidos.

¿Extrañás la beca?

–Sí, extraño. Pero me consume una cantidad de tiempo y energía enorme, y la última edición me dejó fusilado. Si bien supongo que en algún momento lo volveré a hacer, tengo que encontrar un bloque de tiempo que no tendré en los próximos dos años. Como es un programa nómade, estuvo relacionado con diferentes instituciones –Antorchas, Proa, el Centro Cultural Rojas, la Universidad Di Tella–, así que tampoco es evidente cuál sería su próxima asociación. Quizás tome el carácter de una residencia, más corta o aislada.

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Foto de la página opuesta: Sin título 2015 Oleo sobre madera 70 x 50 cm © Guillermo Kuitca Photo: Alex Delfanne

¿Cómo serán aquellos futuros becarios? ¿Se van haciendo cada vez más diferentes?

–Lo pensé. A veces trato de mirarlo con coraje. Yo me siento muy cómodo frente a la obra de los demás, aun cuando no la entienda. Creo que lo fuerte de esta especie de rol docente es no ponerme en el lugar del que sabe, sino acompañar desde el lugar de que ni él ni yo entendemos lo que está haciendo.

Si no te convertís en el gurú idiota que les dice a los demás lo que tienen que hacer. Yo partí de trabajar con artistas de mi generación, de mi misma edad o incluso mayores. Y a lo largo de casi 30 años, esa mutación generacional se va notando.

Tu edad, igual, nunca es cronológica. Cuando eras joven ya tenías mucha experiencia; cuando ya no eras tan joven, seguías siendo el joven Kuitca…

–¿Y entonces ahora qué me toca? ¡Ser un tipo grande que no tiene ninguna experiencia! Yo igual con los colegas jóvenes me encuentro a gusto, cómodo, siento que hay un respeto mutuo, pienso que puedo acceder a sus obras. En parte, uno de los motivos por los que la beca fue discontinua, fue para que en el momento en que volviera a aparecer cayera en el contexto de una nueva generación. Hoy serían artistas que no conozco, y ese es el objetivo.

¿Sos consciente de la magnitud de tu obra? En una enciclopedia de arte universal que se está publicando ahora por fascículos en un diario, había dos hojas dedicadas al arte latinoamericano –lo cual ya dice mucho– y de los seis artistas mencionados, el único argentino eras vos. ¿Cómo vivís esto?

–Qué sé yo… No tiene eso un gran peso en mí. Sé que el arte latinoamericano tiene una presencia muy distinta de la que tenía hace veinte años, pero esa lista de seis es una arbitrariedad total.

Pero vos en los ’90 ya estabas inserto en el mercado internacional

–Sí. No sé si por suerte o por desgracia esas categorías nunca aparecieron en mi horizonte. Sigo siendo el mismo tipo que cuando se pone a laburar, se pone contento cuando sale algo y se pone mal cuando no. Muchas veces las cosas no salen. Por supuesto que siento orgullo cuando estoy en compañía de artistas enormes, pero no entra eso en mi vida cotidiana y en mi trabajo.

No ando por la vida como un tipo de enciclopedia. No sabría cómo hacerlo.

Detesto la falsa modestia, y no quiero sonar así, pero no tengo la menor idea de cómo vivirlo. Es más, me pregunto si tengo que vivirlo, porque en realidad es una experiencia ajena. Son decisiones de otros los panteones o equipos estelares. No hay cómo erigirse en un éxito mundial. No juzgo igual a quien lo vive de diferente manera. Yo no soy un policía, no puedo andar con el dedo levantado. ¡Quisiera que no se hiciera! No se puede andar diciendo “ojito con creérsela”. ¡No se puede! Y además, ¿desde cuándo los artistas fueron santos?

¿Desde cuándo por portarse bien un artista es virtuoso? Portarse bien puede estar bien para cuestiones cívicas, ser buen vecino, no robar, pagar los impuestos, pero dentro del arte esos valores no son los que deben ser. Muchas veces recibo comentarios favorables como ‘sos un tipo modesto’. Puede ser, soy modesto y tranquilo, pero por favor ¡no me elogien por eso! Cada uno es como es… ser modesto quizá es mi problema. No puede ser un rasgo virtuoso.

En todo caso, lo que me hará valer será mi obra, o el trabajo de las becas que fue algo muy lindo y valioso… pero la personalidad de los artistas no puede estar en permanente discusión. Está bien, no voy a las inauguraciones ni a los eventos públicos, no me saco fotos, pero eso no me hace mejor. A lo sumo me hace más tímido o más fóbico

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Foto de la página opuesta: © Guillermo Kuitca Sin título 2015 Oleo sobre tela 263 x 282 cm © Guillermo Kuitca Courtesy the artist and Hauser & Wirth Photo: Alex Delfanne

Hablando de cómo vivir el éxito –o cómo no saber vivirlo–, ¿Qué pasa con su opuesto? ¿Pensás en la posibilidad del fracaso alguna vez? ¿Te preocupa?

– Hay varios niveles de fracaso. Una cosa es que una obra no salga, y bueno, la reciclo en mis diarios –forra con la tela fallida la mesa redonda donde trabaja todos los días, y se va construyendo una nueva obra con las inscripciones y dibujos automáticos que van saliendo sin querer; serie que lleva décadas haciendo y que es un registro de su vida–. Les doy una segunda oportunidad.

Pero también está el fracaso de las decisiones equivocadas en la carrera, con muestras más o menos exitosas, con más o mejores críticas o atención del público… toda esa gama de cosas que van del mercado a la materialidad. Eso en algún lado está. Me acostumbré tanto a no exponer en la Argentina que mi medición de mis fracasos y mis éxitos es muy relativa. Si yo me voy de una muestra al día siguiente de la inauguración pierdo contacto no solamente con lo bueno sino también con lo no tan bueno de eso. Tuve recientemente una inauguración muy linda en Londres, me sentí muy halagado, pero no tengo ni idea de lo que pasó al día siguiente. A lo mejor no entró nadie a la galería.

Claro que las galerías me pasan el reporte de las ventas, y bueno, yo no salté de un día al otro. Mi carrera es tan larga y constante, que no hay baches ni picos. No estoy exento del fracaso, no es que las cosas me salgan bien todo el tiempo. Quizá quedan algunas cuentas pendientes. Hacer el libro de dibujos, por ejemplo, es un logro personal porque lo que van a aparecer ahí son obras que estuvieron guardadas, no vistas durante treinta años, algunas. Para mí descubrir que en esa montaña de 4000 obras había 500 que valía la pena mostrar, fue como cambiarle el signo a algo que alguna vez había visto como un fracaso. Tuve una impresión de mí mismo durante ciertas épocas de mi vida en la que mi obra no había sido lo suficientemente interesante. Volver a verla con una distancia tan grande, fue cambiarle el signo a algo que era un olvido, de esos que pesan, que uno no quiere volver a ver. Como todo artista, y como todo ser humano, estoy expuesto al fracaso.

¿Cuál es tu fuente de felicidad y alegría hoy?

– Inevitablemente la vida afectiva es lo que está por encima de todas las cosas.

Estar acompañado, saber que hay alguien que querés y te quiere, está muy por arriba. Claro que hay otras cosas que te da la vida, y yo soy un tipo con mucha suerte. Si llego a conectarme con esa suerte digo ¡qué bueno!, pero a veces me olvido y ando como perro… no me acuerdo el dicho… ¡como bola sin manija! Hablando de eso, ¡cómo extraño a mis perros! Ya pronto llegarán uno o dos perritos, pero estoy esperando a terminar de arreglar la casa. ¡Los quiero recibir con todo lindo! Siempre tuve labradores, y tuve experiencias tan buenas… Pero conozco perros rescatados que son maravillosos. Me fascinan los perros. Me dan alegría. El trabajo también me da alegría lo mismo que el contacto con mis colegas. Cuando paso períodos sin trabajar, me doy cuenta de que a la semana de no estar comprometido con ningún proyecto cambia mucho mi humor. Siempre es una salvación. Soy poco original: el trabajo y los afectos es donde más se juega la alegría.

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Guillermo Kuitca David’s Living Room Revisited, 2014 A room by Guillermo Kuitca after David Lynch’s installation Untitled (2007) Commission for the exhibition Les Habitants, Fondation Cartier pour l’art contemporain, Paris, 2014 Photo © Olivier Ouadah

Markus Åkesson «En el Bosque»

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Markus Åkesson

En el Bosque

En algún lugar a medio camino entre neofiguración, surrealismo y realismo mágico, el pintor sueco Markus Åkesson desafía con sus obras la lógica que rige nuestra realidad ordinaria.

Heredero de la gran tradición artística de la vieja Europa e inspirado en los bosques que son su hogar en Nybro, Suecia, el artista propone un juego hacia un territorio incierto, imaginado, en el que la naturaleza es continente del hombre, medium, creadora y única conexión con el mundo invisible.

Cargadas de suspenso, sucesos inesperados, simbolismos complejos y con frecuencia teñidas por un ambiente denso y poético, sus pinturas remiten también al estilo críptico de los pintores renacentistas.

A través del despliegue de una narrativa engañosa y haciendo uso de todo aquello que proviene de los márgenes del sueño, de lo que habita en los umbrales de este y otros mundos, Akesson explora temas como la parasomnia, la ilusión o el descenso a una realidad paralela

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Now you see me, 2018, Markus Åkesson, 180x140cm, oil on canvas.
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Now You See Me (Opium), 2018, 180x140 cm, oil on canvas, Markus Åkesson.

Invirtiendo las apariencias, el artista altera y transforma la percepción del espectador, convirtiéndolo en testigo de escenas domésticas y sobrecogedoras en la cuales sujetos solitarios y meditativos observan sin inmutarse un drama que ocurre dentro y fuera de sus cuerpos, en medio de escenarios austeros y desapacibles.

En La habitación de la vida y la muerte (2013), por ejemplo, una niña pequeña observa un zorro que salta ante sus ojos intentando atrapar un faisán que vuela a escasos centímetros de su boca abierta. En el fondo, una pared de madera minusciosamente tallada transforma la percepción de la escena: a pesar de toda su vivacidad, este ataque no está sucediendo realmente y los animales son simplemente una naturaleza muerta que solo ofrecen una ilusión de vida.

En obras como Ahora me ves (2018), Nunca quise que te fueras (2016) y La caza del unicornio (2017), las figuras humanas en primer plano interactúan con el paisaje y las escenas del papel tapiz del fondo, manifestando la cualidad recíproca y evanescente de la vida y la muerte.

Como un recordatorio permanente de la capacidad introspectiva de la mente y la dualidad del espirítu humanos, de la comunión invisible e indivisible del hombre con la naturaleza, de las posibilidades físicas y metafísicas del mundo que habitamos, el agua, los cráneos, los bichos, las hojas, la magia, la oscuridad y los niños en las obras de Markus Akesson son un viaje hacia el turbulento descubrimiento que implica estar vivos y desapareciendo.

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I never wanted you to leave, 2016, Markus Åkesson, oil on canvas, 210x180cm.

Entiendo que ni tus padres ni tu entorno están vinculados al arte o la cultura.

¿Cómo nació tu interés por la pintura?

Markus Akesson: Crecí en el campo sueco rodeado de bosques profundos.

Jugaba mucho solo cuando era niño y siempre me sentaba y dibujaba, pero nunca pensé que realmente pudiera ser una verdadera profesión. Cuando crecí, trabajé en muchos trabajos diferentes y un día conseguí un trabajo como grabador de vidrio. De repente me encontré en un entorno donde sentí que encajaría. Luego, comencé a pintar y sentí una gran necesidad de expresarme a través del arte en lugar de la artesanía.

¿Cuáles dirías que fueron tus mayores influencias artísticas?

Markus Akesson: Al principio me fascinaron todos los maestros antiguos, Picasso,

Monet, Degas, y luego comencé a interesarme por los simbolistas. En este momento, estoy mirando mucho a los prerrafaelitas y al movimiento de

Artes y Oficios que se originó en Gran Bretaña a principios de siglo.

Tus pinturas muestran un hábitat pictórico de ensueño que es y no es, al mismo tiempo, un espacio diferente al nuestro. Parece tener sus propias reglas, lógica y estructura, pero algo de lo que vemos nos resulta familiar y cercano.

¿Por qué nos identificamos con estos personajes a pesar de lo extraño del entorno?

Markus Akesson: Me resulta muy difícil etiquetar mi propio trabajo y, a veces, incluso explicarlo. Supongo que veo mi trabajo como una búsqueda de algo.

La pintura es su propio lenguaje y creo que hay un tipo de preguntas que sólo pueden responderse a través del arte. Mi mundo de imágenes se ha convertido a lo largo de los años en una especie de realidad paralela, un mundo subyacente. En mis pinturas a menudo utilizo el bosque, el bosque como símbolo de este mundo. Muchas veces siento que solo necesito abrir esa puerta para entrar y echar un vistazo. Puedo vislumbrarlo cuando me encuentro con personas o con objetos. Colecciono curiosidades que me interesan, y mi estudio está repleto de ellas. Tiendo a verlos como símbolos o como actores en un mundo de símbolos. Representan algo que existe en otros mundos o en tiempos diferentes.

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Psychopomp Club (in front of the cabinet), 2014, oil on linen, 100x120cm.
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The Woods (New vision), 2014, Markus Åkesson, 100x120cm, oil on canvas.

Hay una dimensión psicológica muy presente en tu obra. Aunque la definas como neofigurativa, también tienen algo surrealista; en América Latina podríamos relacionarlo con el realismo mágico. ¿Cómo elegís los temas de tus obras? ¿De dónde vienen los personajes, los rostros y la historia que cuentan?

Markus Akesson: Los sueños y la interpretación de los sueños siempre me han intrigado, y estoy interesado en el trabajo tanto de Freud como de Jung. Me fascina cómo se crean los símbolos y cómo se cargan. Tomemos, por ejemplo, el búho. El búho puede ver en la oscuridad, simboliza la sabiduría y mira a lo oscuro. A través de un simple símbolo podemos acceder a preguntas sobre conceptos complejos como el futuro y los mundos paralelos. Otro fenómeno interesante son las cosas que no existen, pero al mismo tiempo lo hacen; criaturas mitológicas como el unicornio. Todos tienen la misma imagen en sus mentes cuando escuchan la palabra “unicornio”, pero los unicornios no existen. ¿O ellos, como la palabra, nos hace a todos referirnos a una imagen similar?, ¿qué significa eso?, y ¿qué criterios son necesarios para cumplir para la existencia?, ¿es que algo debe existir físicamente? Un sueño no lo hace. Pero pocos de nosotros argumentaríamos que los sueños no existen.

Además, de pintar también sos escultor. ¿Cómo creés que la escultura contribuye a tu proceso artístico?

Markus Akesson: Siempre he trabajado con esculturas, pero en menor medida.

Me fascina trabajar con esculturas y objetos, parecen ser reales de una manera diferente. Mientras veo mis pinturas como ventanas hacia otro mundo, los objetos están ahí frente a ti, físicamente en el espacio. Pero la búsqueda es la misma para mí, solo otra forma de hacerlo.

La figuración como rama de la pintura ha pasado por muchas etapas a lo largo de la historia.

¿En qué punto creés que está hoy?

Markus Akesson: La pintura figurativa fue primero hegemónica en el arte y luego se convirtió en un género en la pintura. Ahora parece que la disciplina de la pintura en su conjunto se ha convertido en un género en el arte. Pero a veces no tiene sentido etiquetar cosas. Hoy, siento que el tema es lo importante y que la técnica artística se ha convertido en un medio entre muchos para expresar algo. Creo que es agradable y liberador que el campo del arte se esté expandiendo.

¿Cuál de todas tus obras es la que más te gusta o la que mejor te representa y por qué?

Markus Akesson: Es una pregunta difícil de responder. Creo que todas mis obras me representaron bien cuando las hice. Mi enfoque está cambiando un poco todo el tiempo y me emociona saber dónde me llevará a continuación. 

DISMORFIA, LA BELLA DURMIENTE Y OTRAS HISTORIAS

MARKUS AKESSON

Una tela verde brillante, cubierta con pequeños monos marrones, esconde un cuerpo. En la siguiente pintura, la tela es un patrón floral hermoso. Pesado.

Y luego, un brocado iridiscente de blanco y rojo, tela muy común en la ornamentación oriental.

¿Quién o qué se cubre debajo de estas telas en las pinturas?

La serie “Dysmorphia” de 2018 de Markus Akesson retrata cuerpos en posturas que normalmente están reservadas para los retratos. Las telas son seductoramente hermosas. Los patrones son del tipo que se han popularizado y reproducido innumerables veces en todo el mundo. Estos son los materiales que se encuentran en los hogares como cortinas, pero también han sido populares en vestidos y camisas.

Pero, ¿quién es la persona que está bajo un velo en la pintura? ¿Y por qué está cubierto su cuerpo? El arte central de Markus Akesson es la tensión entre la belleza abierta y seductora y lo que está oculto a la mirada. “Dismorfia” es un término médico. Es una condición psicológica donde el paciente afectado se fija en una experiencia de insuficiencia corporal. Quizás una nariz que sea demasiado grande, un cabello que no sea lo suficientemente hermoso o posiblemente pechos que no tengan la forma correcta. Pronto, esta fijación ha ocupado tanto espacio en la mente del paciente que afecta la relación con los demás y con el entorno circundante. La condición prevalece tanto en hombres como en mujeres y con frecuencia se introduce durante la adolescencia.

Sabiendo el significado del título, la serie “Dysmorphia” puede interpretarse en muchos niveles diferentes. ¿Qué es lo que queremos ocultar en nuestras relaciones con otras personas? ¿Qué queremos acentuar? ¿Nuestra ropa, nuestro maquillaje y otros atributos que indican una asociación cultural nos pueden proteger en nuestra relación con los demás y con nosotros mismos?

¿O son la depresión y sus condiciones asociadas, de hecho, señales espirituales?

¿Son una especie de protección en la oscuridad del inframundo y una guía para aquellos que nos aferramos obstinadamente a los signos estéticos y físicos conectados a las historias sobre quiénes somos?

Las imágenes de Markus Akesson suelen estar habitadas por niños y adolescentes.

Se encuentran entre la infancia y la edad adulta, entre el sueño y la vigilia, entre la presencia y el sueño. En dos pinturas de 2018, “Sleepwalker” (Niño con kimono floral) y “Sleepwalker” (Niña con blusa floral), incluso los párpados de los sujetos están en algún lugar entre abiertos y cerrados. Este estado de ensueño abarca varios años en su práctica pictórica, desde la representación de mundos de juego fantásticos en “The Woods” (Escape from Kopetania), 2013, hasta los caminos más oscuros de la fantasía y la obsesión en “Dysmorphia”.

En la serie “Sleepwalker”, se está investigando el fenómeno del insomnio. Las obras de arte forman parte de la exposición “Insomnia” en el VIDA Museum & Art Gallery, del 19 de mayo al 24 de junio de 2018.

Como fenómeno, el sonambulismo tiende a ubicarse entre los estados de transición que pertenecen principalmente a la infancia. En cambio, los adultos y adolescentes a menudo son afectados por el insomnio. Una de las obras clave en la exposición es la obra “Cuando nos contaron sobre la noche”. La pintura muestra a dos niñas, de entre seis y ocho años. La mirada de una de las chicas se encuentra con la nuestra, pero la otra mira hacia adentro, con la barbilla y la boca apretadas contra sus rodillas. El título sugiere gravedad en su situación. ¿Es la noción de muerte dando a conocer su presencia por primera vez?

Pero volvamos a otro cuadro, también habitado por jóvenes en un estado de ensueño. La pintura tiene un fondo boscoso. Se llama “La bella durmiente”, que también es el título de la exposición retrospectiva de Markus Åkesson en Kalmar konstmuseum, del 10 de febrero al 29 de abril de 2018.

En un bosque oscuro, una luz cae sobre una niña que yace en una vieja cama de hierro, del tipo que se puede encontrar en los viejos hospitales. La niña está rodeada por siete personas, niñas y niños de diferentes edades. Una mujer sostiene la mano de un niño pequeño que la mira fijamente. La suya es la única mirada que se dirige hacia otro humano. Hay algo de expectativa en el momento. ¿Qué están esperando? ¿Está durmiendo? ¿Por qué ha doblado sus manos sobre su estómago? La niña está vestida de rojo, el color de la sangre y la energía, y su rostro está al mismo tiempo tranquilo y preocupado. ¿No es casi la hora de levantarse? 

En 2005, el gobierno sueco llevó a cabo una investigación sobre “niños refugiados apáticos”. Esta fue una serie de casos que recibieron considerable atención de los medios, en los cuales los niños refugiados parecían completamente apáticos, incapaces de levantarse de la cama. Algunos argumentaron que era una pasividad fingida, mientras que otros lo vieron como un efecto natural de experiencias traumáticas vividas en su país de origen, seguido de la pesadilla burocrática que rodea los permisos de residencia y la posibilidad de deportación una vez que llegaron a Suecia.

“Los niños refugiados apáticos” también fue mi propia asociación con respecto a la obra de arte, que captó mi interés la primera vez cuando lo vi en las redes sociales. La pintura “La bella durmiente” despertó interés nacional cuando la escuela que había encargado el trabajo, como parte de una instalación de arte público, decidió retirarla. ¿Por qué? A la escuela le preocupaba que la pintura pudiera conducir a impulsos de autolesión entre los estudiantes.

Al final se llegó a un acuerdo; la obra de arte fue instalada en la biblioteca de la escuela. Un lugar apropiado, se podría decir. Hay muchas historias escondidas en una biblioteca, libros y sagas que se relacionan con el tema de este trabajo.

Comencemos con la opción obvia: la bella durmiente.

La bella durmiente durmió durante cien años. Durmió porque pinchó su dedo en una espina, tal como lo había predicho la bruja malvada. Pronto, un matorral de rosas creció a su alrededor. Los campeones intentaron en vano penetrar en este bosque, pero solo uno lo logró, besó a la bella durmiente y fue recompensado con su amor virginal. Los arquetipos son útiles, viajan a través del tiempo. Muchos de los temas que se repiten en el trabajo de Markus Akesson son del tipo con el que muchos de nosotros podemos relacionarnos.

Crean reconocimiento asociados al mundo de los cuentos de hadas. Juegan en nuestra imaginación y en el mundo de nuestros sueños. “Sleeping Beauty” es el nombre en inglés de la sueca Törnrosa, una saga que aborda cuestiones de pureza, inocencia y amor verdadero. Cuestiones universales y existenciales con las que tanto los individuos como las comunidades continúan luchando, preguntas que son interesantes de plantear en el mundo de la educación. ¿Por qué, entonces, la escuela se volvió tan vacilante cuando se entregó el trabajo encargado?

UN BOSQUE OSCURO

Desde el principio, “El bosque” fue una parte clave para el encargo que había hecho la escuela sueca. El bosque es una alegoría recurrente en el contexto del aprendizaje y el conocimiento. Acababa de iniciar el trabajo de escribir este texto cuando recibí una invitación a la primera conferencia de padres y maestros al final el ciclo lectivo en la escuela de mis hijos en la pequeña aldea

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Installation image, solo exhibition “Insomnia”, VIDA Museum, Sweden, 2018.

de Gärdslösa en Öland. La reunión comenzó en la cafetería de la escuela. La sala estaba abarrotada y unas tablets de lectura habían sido colocadas alrededor, todas con la misma imagen, una foto de un bosque. Los maestros que nos dieron la bienvenida tenían sus propias tablets, con la misma imagen del bosque en ellas. Pronto llegó el momento de que la directora de la escuela hablara.

Habló de conocimiento y desarrollo académico. Para apoyar la lógica de su discurso usó la imagen de un bosque. “Buscar conocimiento es similar a salir hacia un bosque desconocido”, dijo. “Para desviarse del camino y encontrarse en un lugar desconocido. Para luego alejarse un poco más lejos del sendero».

LA MÁSCARA QUE OCULTA Y TRANSFORMA

Una niña está parada en una habitación con vitrinas. Es casi posible percibir la temperatura; el aire es probablemente fresco y seco. La niña lleva una máscara; se supone que se parece a un cráneo. Pero en su máscara, la cara de la niña se vuelve casi como la de un animal, como una figura atrapada en un carnaval con un toque de pena. El cuadro se llama “Psychopomp Club” (En frente del gabinete) y nos encontramos con la niña nuevamente en un segundo cuadro de la misma serie: Psychopomp Club (Esqueleto de gallina), pero aquí el gabinete de exhibición está en primer plano. Dentro del gabinete, junto a las capas de vidrio que refuerzan la idea de que somos observadores que observan a otro observador, sitúa un modelo anatómico de un cerebro.

La máscara es un símbolo que muchos de nosotros reconocemos. Es un fenómeno recurrente en el arte y la literatura. La máscara oculta y transforma.

Toca la imaginación. En el libro Ficciones, del escritor argentino Jorge Luis Borges, hay una historia corta en la que una máscara juega un papel central.

La historia retrata el horror de una pesadilla con precisión exacta. En un espejo, Borges se ve con una máscara. ¿Qué hay detrás de esto? ¿Quién? ¿Es la cara que encontramos en un sueño diferente a la que vemos en el espejo: el espejo refleja otra interpretación pictórica inversa de nosotros mismos? ¿Es la máscara del mundo adulto la que los niños llevan en la serie “Psychopomp Club”? Sus expresiones faciales debajo de las máscaras son serias, quizás incluso tristes. ¿O estoy leyendo en la tristeza? Una vez más, el artista está jugando con nuestra imaginación y nuestra fantasía, nos lleva a nuestros propios caminos internos.

Existe una similitud entre las imágenes sugestivas de Akesson y el mundo del cine. Como ejemplo, el aclamado director de cine Lars von Trier es a menudo criticado por lo que se percibe como manipulación en su dramatización y representación de sus personajes. Estamos hechos para sentir la angustia de Selma en la película “Dancer in the Dark”. Sufrimos con Bess mientras se sacrifica en “Rompiendo las olas”. En “Melancolía” seguimos el escape mental de Justine hacia el terrible pero aleccionador panorama de la depresión. Melancolía es además una película con una estética estrechamente relacionada con el mundo visual de Markus Akesson. La película ofrece referencias directas a la obra de los prerrafaelitas, un estilo de pintura de mediados del siglo XIX donde los motivos clásicos de la belleza y la muerte engendraron un acercamiento espiritual al mundo físico, que quería liberarse del arte rígidamente académico practicado por los contemporáneos del grupo.

RASTROS ESPIRITUALES EN EL PATRON Y LA FORMA

¿Quiénes eran los prerrafaelitas? Los tres artistas John Everett Millais, William Holman Hunt y Dante Gabriel Rossetti fundaron la Cofradía prerrafaelista (PRB) en Inglaterra en 1848. El nombre, un tanto intrincado, se deriva del pintor renacentista Rafael. Millais, Hunt y Rossetti querían volver al espíritu del arte que existía antes de Rafael y Miguel Ángel, un espíritu que percibían como presente en la pintura italiana del siglo XV en particular. Los prerrafaelistas se deleitaron con los detalles y el estudio detallado de la naturaleza exuberante, pero también se arraigó en su trabajo una fuerte conciencia social. El grupo central estaba formado por siete artistas, pero muchos más trabajaron en el mismo sentido. En las pinturas de Markus Akesson, encontramos tanto la riqueza en detalle como la meditación sobre cuestiones y condiciones existenciales. Los animales muertos, y A menudo taxidermeados, se encuentran en el lugar equivocado, como una sala de estar. Estas imágenes capturan nuestra mirada y nos encierran en un estado casi meditativo. Pero el motivo en sí no está atrapado en la quietud. Hay un movimiento congelado, tanto en la representación del animal embalsamado o recientemente matado, como en la representación de la mirada de un niño.

En muchas de las pinturas de Markus Akesson, los símbolos se repiten en diferentes formas, a veces como el sujeto dominante en primer plano, otras como uno de los muchos objetos que juntos cuentan una historia de la vida, la muerte y el más allá. Centrándonos en la otra vida volvemos brevemente a la pintura en la serie “Psychopomp Club”.

¿Qué significa “Psychopomp Club”? La búsqueda de la palabra “psicopompo” nos lleva de vuelta al mundo de la mitología y la tierra de transición entre la vida y la muerte.

Un psicopompo es un guía, un espíritu, un dios, un demonio o un ángel, que en la mitología de la mayoría de las religiones actúa como un espíritu guía cuando una persona recientemente fallecida viaja al próximo mundo. En

“Psychopomp Club”, el concepto de muerte se introduce a través del modelo de cerebro mencionado anteriormente y en el esqueleto de la gallina. El ave muerta vuelve a aparecer en otras pinturas de 2014, por ejemplo, en “The Room of Life and Death” (aquí representada como un faisán que huye) y también el modelo médico, más estilístico de un corazón humano. Las aves mueren rápidamente. Un rápido estiramiento del cuello del ave acaba con su vida.

El esqueleto de un pájaro es liviano, fácil de aplastar, liviano para permitir el vuelo en vida. Quizás esa es la razón por la que las aves se representan tan a menudo en relación con la muerte. Uno de los dioses a los que Markus Akesson

se refiere a menudo es el Dios egipcio Thot. El psicopompo Thot toma la forma de un hombre con cabeza de ibis. Él es el encargado del registro cuando se pesan los corazones de los muertos. Cerca de ocho millones de aves ibis fueron momificadas en Egipto en honor de Thot entre 1100 a. C. y 30 a. C. En las pinturas de Åkesson encontramos el esqueleto de ibis en “La habitación de la vida y la muerte”, “Belleza” y “La calavera de Ibis”.

Pero volvamos ahora a la pintura “La bella durmiente”. Curiosamente, el motivo representado en la pintura había sido espacialmente pedido, la escuela había pedido un bosque oscuro. Markus Akesson viene de Småland. Su estudio se encuentra en una pequeña comunidad llamada Nybro. Nybro está rodeado de bosque. Como lugar, en muchos aspectos es el epítome de Småland. Los estándares arquitectónicos suecos que caracterizan las calles, las pequeñas tiendas y comercios locales y el tráfico que conduce a las ciudades más grandes de Växjö y Kalmar. El Reino del vidrio con sus fábricas de vidrio, los restos de su arquitectura industrial, los majestuosos “palacios de los trabajadores” que esperan a los turistas. Más allá de todo, se encuentra el bosque, vasto e ilimitado, un paisaje plano que hace imposible localizar un horizonte.

Hay una tensión en las pinturas de Markus Akesson. El tema es cercano y rico en detalles. Es como si la mirada o una cámara se hubieran detenido en un detalle, fascinados por cierto patrón, o por una luz que golpea y resalta una parte particular del cuerpo: un cuello, un dedo, la punta brillante de una nariz, una mejilla sonrojada.

La bella durmiente es grande, pero incluso en esta pintura solo se retrata una escisión del pie del bosque; las raíces anudadas, palos secos y las piedras revestidas de musgo. Incluso entre las piedras y los cuerpos surge un patrón y la espera, las personas en reposo, se fusionarán en una sola entidad.

Joanna Sandell

Directora del Museo de Arte

Diego Gravinese «Agarrar el instante»

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El Orden Implicado 2017

Diego Gravinese

Agarrar el instante

En un atril descansa la última obra de Diego Gravinese. Aunque está completamente terminada, el artista decidió dejarla ahí. Parece madurando bajo el peso de los días, esperando algo que aún no se ha revelado. Desnuda, de perfil, de rodillas, una mujer se inclina sobre un hongo dorado y lo observa.

Hay curiosidad en el gesto y complicidad en la postura. Son los únicos habitantes de una roca que flota en un espacio estrellado y oscuro. La escena se repite, se duplica en un segundo plano, como si la mujer se proyectara sobre sí misma, como si el universo develara su doble cuántico, como si rebotara en los ojos de un espectador alucinado.

 

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El Jardín de lo inefable 2017

Entrar en el universo de Diego Gravinese implica hacer un paréntesis. Bajar muchas revoluciones y aventurarse a caer en su campo gravitacional, perder la urgencia, saltar voluntariamente hacia un espacio-tiempo que difícilmente pueda traducirse en palabras.

El uso de la figuración en las obras de Gravinese es engañoso: reconocer las imágenes no implica haber traspasado el velo. Para eso falta. Para eso es necesario saber mirar, agarrar el instante.

Diego Gravinese
Diego Gravinese en su taller. Pintando Kali. 2018.

¿Cómo llegaste a la pintura?

Diego Gravinese: Siempre pinté y dibujé, es algo innato. Los primeros recuerdos que tengo son también recuerdos vinculados a dibujar y al color. También de chico descubrí que podía copiar muy bien. Cuando tenía 4 años copié una calavera para llevar al jardín de infantes y cuando lo vió la maestra me dijo:

“Esto no lo hiciste vos”. Me indigné tanto que agarré una hoja en blanco y volví a dibujarla. Entonces llamó a la directora y se armó todo un revuelo alrededor.

Para mí era algo natural y aunque estaba claro que era lo que más me gustaba hacer no tuve una noción de que lo que era ser artista hasta los 18. Fui a varios talleres y cuando terminé el secundario me anoté en Bellas Artes. La formación académica me aburrió muchísimo, pero descubrí que algo que dijeron el primer día era así 100%, “Ustedes son o no son artistas, nosotros no hacemos artistas, como mucho les vamos a dar herramientas para que puedan usarlas”.

En segundo año nos hicimos muy amigos con Leandro Erlich y después de unos meses decidimos abandonar la escuela juntos. Fue él quién me presentó a su profesora de pintura Ana Eckel y ella se convirtió en mi primer gran maestra.

Tuvo en mí una influencia enorme. Vió lo que yo podía hacer y me dijo:

“Lo que sabés hacer está muy bien, pero ahora no sombrees..; ahora cerrá los ojos y dibujá con cinco lápices juntos; …ahora mirá por la ventana y hacé 10 versiones de lo que viste en 3 minutos”. Fue como un maestro zen. Todos esos ejercicios apuntaban a romper mis estructuras y mis prejuicios, y algo adentro mío se liberó. Me animé y compré telas enormes, dejé el óleo y pasé al acrílico porque se secaba rápido y en un verano pinté 40 cuadros grandes.

Ese evento disparó todo muy rápidamente: empecé a caminar por el mundo del arte, conocí otros artistas, y a los galeristas. Ruth benzacar me llamó porque quería ver mis obras en mi taller y como tenía unas primeras pinturas colgadas en Harrod’s también me ofrecieron venderlas a través de ellos. Fue todo rápido e inesperado, porque hasta que terminé el colegio no sabía a qué me iba a dedicar. En esa época estaba la escuela Belgrano; los chicos que iban ahí ya en el secundario tenían una idea de lo que era ser artista y entendían de qué se trataba. Recuerdo que a los 18 fui a ver una muestra de Pombo y Harte en el Recoleta y me encantó. Nada de eso había en Bellas Artes y me di cuenta que había cosas que simplemente no se pueden enseñar. Había algo que era el mundo de los artistas, entonces decidí exponerme a ese ambiente, a esa energía y también a darle a Benzacar mis primeras pinturas.

Aunque te interesó la movida del arte conceptual, nunca saliste de la pintura,

¿Por qué?

Diego Gravinese: Quizás la influencia más fuerte que tuvo todo esa época en mi pintura fue que la tomé más conceptualmente; hasta ahí yo estaba interesado en las luces y las sombras, en el aspecto plástico. Pero primero conocí

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Aldebarán 180 x 140 2015.

a Ana que soltó mis ideas de lo que un cuadro debía ser, y también empecé a estudiar filosofía y posmodernismo con Charly Espartaco y de a poco entendí que algo pasaba con el lenguaje que era muy interesante, me di cuenta que nuestro principal problema era lingü.stico. En ese proceso empezaron a aparecer cuadros dentro de cuadros, mezcla de partes abstractas con partes realistas o fotorrealistas. Al principio mi pintura con Ana era expresionista, pero empecé a incorporar situaciones fotográficas que me daba mucho placer pintar, aunque en ese momento no les quería dar prioridad porque la pintura figurativa en los ´90 no estaba bien vista. En su versión más expresionista, la figuración había tenido su auge en los 70 , y siguió en los ´80 con el neo expresionismo de los italianos y los alemanes, y acá quizá el nexo fue Guillermo

Kuitca. La beca Kuitca fue como un link entre generaciones.

¿No aplicaste para participar de esa beca?

Diego Gravinese: La verdad que no. Siempre fui bastante outsider del mundo del arte. Y admito que lo soy un poco del mundo en general. Me veo a mí mismo como decía Joseph Campbell, que se consideraba a sí mismo un maverick, un llanero solitario, alguien que iba haciendo su propio camino en la cultura a través de la mitología y los arquetipos. Me considero a mí mismo así, alguien solitario por elección. Porque hay cosas que solo se pueden descubrir en soledad, aunque en algún punto a veces la he lamentado también. Quizás justamente por esa propensión a la soledad me hubiera hecho bien apuntarme

a becas o clínicas de arte. No lo sé.

¿Lo harías distinto si tuvieras que volver a tomar una decisión?

Diego Gravinese: No sé, ya no reniego, creo que donde mejor me expreso es en solitario. Luego de haber estado muy adentro en el mundo del arte en los´90, finalmente me abrí. Sentía que estaba cumpliendo con exigencias que no tenían que ver conmigo; y la verdad yo quería pintar y ser feliz pintando, las demandas del mundo del arte que son como requisitos laborales y obligaciones no me interesan. Mirando el mundo del arte a veces siento que algo se perdió en el camino. Quizás me estoy poniendo viejo y nostálgico, no lo sé, pero tengo la sensación de que antes todo era un poco más misterioso. Ahora todos quieren ser artistas y tienen el manual de cómo serlo; hay instituciones donde aprendés la profesión de ser artista. Eso para mí es un poco raro. Hoy en día se les pide a los artistas que hablen, que tengan títulos, que sean teóricos. Está todo un poco aséptico para mi gusto. O pasa que te encontrás un artista que hace unas demencias geniales, pero las expone en una Bienal donde todo está tan pulido y es todo tan funcional al sistema, que pierde poder subversivo, y al final resulta inocuo en la contradicción. Claro que el arte es el arte y el mundo del arte es otra cosa, el arte sigue vivo y es una fuerza que siempre va a querer manifestarse, como sea, gracias al universo y los artistas por eso!

Pero esto pasa en casi todos los ámbitos, ¿O no? Existe un mecanismo que trabaja para neutralizar, asimilar lo disruptivo y volverlo símbolo de estatus.

Diego Gravinese: Para mí acá está la diferencia entre lo que se vuelve político -o en términos filosóficos- existencial, y lo que es en realidad trascendente, metafísico e inmanente. Un sistema tiene que evolucionar porque no puede quedar eternamente igual, tiene que asimilar la diferencia; desde esta perspectiva, supongo que algo de esto tenía que pasar. Una de las funciones más extraordinarias del arte es su poder para revelar lo que está oculto, para decir lo indecible, tal la tarea de la poesía. El problema de lo políticamente correcto, lo institucionalizado e incorporado al sistema, es que pierde su poder para despertar. Se vuelve objeto de de consumo, símbolo de status cultural, y al ser asimilado pierde su valor transformador. Me gusta el poder subversivo del arte, que no tiene porque ser un poco de caca sobre una mesa necesariamente, puede ser una pintura muy hermosa que te mueva el alma por un momento.

Con tu obra, por el contrario, elegiste siempre transitar un camino distinto.

Diego Gravinese: Mi camino personal hoy en día es tratar de no pensar tanto lo que quiero pintar, así que estoy volviendo a algo original en mí, pinto lo que me da ganas y trato de no juzgarlo desde un lugar analítico, lingü.stico, o político. Confío en la belleza y en las imágenes del inconsciente y dejo que esa parte sensible aflore. Creo que hoy necesitamos eso también en lo colectivo.

Nos está faltando conectar con ese lugar arquetípico más profundo, transformador.

Mi mayor interés es encontrar la manera de transmitir la idea obvia, pero fácilmente pasada por alto, de que flotamos en gracia. De que todo esto que llamamos existencia es pura magia. No somos muy conscientes de esto la mayor parte del tiempo, si es que alguna vez lo somos. Confío en que pintando lo que más me gusta algo de esto atravesará la obra y quizá con suerte llegue a alguien más. Algunos artistas lo lograron con una sensibilidad sublime, pienso en Rothko por ejemplo. Una de las genialidades que decía Duchamp era que no hay solución, porque no hay problema. Creo que es cierto, pero para entender que no hay problema hay que mirar la realidad desde otra perspectiva, y no tenemos una educación que nos permita ponernos por encima del modelo, o mejor dicho , que nos enseñe quiénes somos. El arte puede ser un grito de angustia, pero también puede ser un vehículo para la transformación.

Ver una obra que te conmueva y eleve, esa es mi fe aún en el arte.

Diego Gravinese 3
[26] Taxonomía de la ilusión 180 x 140 2017.

Tal vez el espacio desde donde vemos arte hoy tampoco ayuda a crear esa conexión y aceptamos el contexto snob porque huimos de lo que nos conmueve.

Diego Gravinese: Totalmente de acuerdo, el cubo blanco de las galerías a veces no ayuda. Aunque hay artistas trabajando en transformar el espacio en un lugar metafísico. James Turrel con sus instalaciones lumínicas, por ejemplo.

Existen artistas haciendo esto, consciente y a veces inconscientemente, porque el arte – y me refiero a la música, la pintura, la literatura, el cine – es el único lugar de la cultura donde existe ese lugar conmovedor y transformador.

Hay artistas que te envuelven en sus instalaciones y te permiten cambiar el punto de encaje con la realidad, pienso en obras tan disímiles como las de

Leandro Erlich, Olafur Eliasson o Diego Bianchi. Algo que entendí es que el arte conceptual trabaja sobre el lenguaje, sutilizando la palabra, algo muy necesario, aunque también sucede que el lenguaje conceptual contemporáneo no siempre es traducible para cualquiera.

De todos modos, aunque pueda ser un proceso un poco lento, se está superando el modelo racionalista.

Diego Gravinese: Sí, hay una vuelta del pensamiento mágico, muy saludable por cierto. Yo creo que nuestro camino es un péndulo: de la misma manera que para caminar damos un paso levemente para cada lado, como yendo para los dos lados , pero al final vas hacia adelante, yo siento que eso pasa en general.

Todo va primero a la izquierda, luego a la derecha, y asi se avanza, un poco sorteando los extremos. Hubo un exceso de racionalidad hace un par de décadas y eventualmente eso pide su contrario. Para el arte esto es buenas noticias.

¿En qué proceso de tu obra estás hoy?

Diego Gravinese: Con mis últimas pinturas dejé que surgiera mi amor por las pinturas barrocas. Quería ver qué pasaba con esos cielos, y esos colores, ver si eso que parecía trillado podía conmoverme aún hoy en día. Me propuse producir pensando en cómo recuperar eso sin caer en cliches, o incorporando los cliches, y ver qué pasa. Me estoy dando esos permisos, haciendo pie en las cosas que realmente me movilizan del mundo cotidiano. En medio de un día horrible, donde todo estuvo mal, salgo a la calle, veo unas nubes increíbles

y algo dentro mío cambia, me transporta, me saca de mí mismo, o lo mismo cuando miro con el telescopio, me da una dimensión cósmica de donde estoy parado. Igual siento que toda esta búsqueda personal en realidad no se trata de mí, no es entender quién es Diego, sino eso que me habita y que es común a todos, y su relación con lo que me rodea. En estos últimos años entendí que todo es una ilusión, una palabra controversial porque parecería triviliazar la existencia tan dolorosa que llevamos. Pero creo que es una maravillosa ilusión, como un gran sueño en el que cada uno de nosotros es EL soñador.

¿La teoría del soñador que sueña a todos los demás?

Diego Gravinese: Claro, como en Twin Peaks cuando aparece Mónica Bellucci de la nada a contarle a David Lynch en un sueño: “Vos sos el soñador, todos somos el soñador”. Me encanta Lynch, él sabe de qué se trata todo esto. Mi motor es parecido al de él: sabemos que estamos dentro de un sueño, pero

¿Cómo hacemos para hablar del sueño, para contar el sueño? Si logro que por un segundo alguien viendo una pintura mía pueda pasar del otro lado de sus pensamientos, entrar en un paisaje distinto, olvidarse de sí mismo y sentir que es parte de un todo infinito, habré logrado mi objetivo. Por eso me gusta mirar el Cosmos, ahí no hay definiciones, sólo preguntas que no piden respuestas. Las definiciones nos atrapan, estamos atrapados por las palabras, y las palabras son solo símbolos, que confundimos fácilmente con la realidad. Por eso nuestra cultura está alienada, porque ha perdido su conexión con lo que hay más allá. Mi idea metafísica es que cada uno de nosotros es una encarnación particular del Todo, que el universo es simplemente el yo extendido. Me pregunto si habrá una forma de arte que pueda comunicar esto. Esa es mi búsqueda.

¿Cómo tradujiste todo tu estudio sobre lo metafísico y espiritual en las pinturas?

Diego Gravinese: Mi forma de traducirlo es a través del amor. La mayoría de mis últimas pinturas fueron inspiradas por mujeres de las que estuve enamorado.

La musa inspiradora, para bien o para mal, es un lugar común que siempre estuvo en mí, evidentemente soy un romántico. Por otro lado en estos últimos años aparecieron otras maestras en mi vida, la plantas sagradas. Ellas abrieron mi percepción hacia nuevas realidades que antes intuía, pero que ahora sé por experiencia que existen. Esas experiencias me ayudaron a entender que yo no era sólo este ego que vive, ama y sufre, me permitieron ver que todo está absolutamente conectado, y que la división entre las cosas es puramente

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The Age of Reason 180 x 140 2016.

puramente ilusoria. Algunos llaman a estas experiencias espirituales, a falta de otra forma de describirlas. Yo creo que las plantas maestras trabajan sobre lo más importante que nos constituye como humanos, que es el miedo a la muerte.

En tus últimas obras, más allá del hiperrealismo, aparece también lo simbólico y el surrealismo como recurso narrativo. ¿Cómo fue esa transformación?

Diego Gravinese: Con las obras de los últimos años se me suele catalogar de hiperrealista, pero no me gusta el hiperrealismo como etiqueta, primero porque para mí aplica específicamente al hiperrealismo de los ´60 y ´70 , que surgió como respuesta al expresionismo abstracto americano, una contestación muy necesaria, de pintores que tenían una intención conceptual y una capacidad artesanal increíble. Un movimiento de otra época, ya que hoy en día todo puede ser arte. Por otro lado bajo el término hiperrealismo se asocia a toda pintura que reproduzca más o menos fielmente una foto, y seamos honestos, la mayoría de esos ejercicios dan resultados atroces y estériles.

Para mí el hiperrealismo, en todo caso, es una herrameinta más, una capa más de color. Y sí, como decís, hoy estoy en una etapa más surrealista si se quiere.

Lo que hago es tratar de traducir todas estas experiencias que fui viviendo, esta nueva percepción que fui adquiriendo sobre la realidad que nos rodea y darle la forma de los sueños, donde todo es posible y creíble. Me gusta contar este sueño real. Pero cuando recreo pictóricamente situaciones que provienen de mi vida cotidiana como si fueran sueños, no me interesa hablar de mí, la intención no es autobiográfica, sino que trato de mostrar algo que yo creo es universal. Aunque para muchos quizá sea una sorpresa, veo a mi pintura más como una composición abstracta, algo que aprendí desde el taller de Ana a los 20, veo la trama abstracta por detrás. Para mí una pintura que funcione debería habilitarte a pasar del otro lado. Cuando te exponés a una obra de arte, estás proyectando tu mundo en la obra. Si la obra funciona, abre otra posibilidad y eso creo que es realmente lo que llamamos una experiencia estética. En mis momentos de mayor conexión me siento un canal, la obra simplemente se hace a través mío.

Contaste al principio que pintabas por placer, pero que no sabías realmente qué era ser artista. ¿Descubriste ya qué es ser artista?

Diego Gravinese: Descubrí que la pintura es una alquimia, un acto mágico y que en mi caso ser artista es habilitar a que sea posible, dejar que algo que antes no existía ahora aparezca.

MINI BIO

Diego Gravinese nació en La Plata, Buenos Aires, Argentina en 1971. Hizo un paso fugaz por la Escuela Superior Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, donde conoció a Leandro Erlich, y asistió durante su adolescencia al taller de la artista Ana Eckell, a quién considera su gran maestra y mayor influencia artística. Estudió Técnicas de Grabado y Expresión Tridimensional y Conocimiento de Arte en Ginebra, Suiza.

Su obra ha sido expuesta en galerís y museos de Buenos Aires, Nueva York,

Chicago, Los Angeles, París, Lisboa, Madrid, Barceloa, Praga, Porto Alegre, San

Pablo, Amsterdam, Berlín, entre otras.

Algunos de sus principales premios obtenidos son: segundo puesto en el “Premio Gunther 1997”, MNBA y en “A La Nueva Pintura 1997”, del Palais de Glace; Medalla de Oro, en el “V Premio Gunther” (1995); Mención del Jurado, del “Premio Braque” (1994); Mención del Jurado del “Premio Gunther 93”; Primer Premio a “La nueva pintura”, de la Fundación Nuevo Mundo (1993) y Primer Premio en la “Iniciacion Artista”, de la Asociación Argentina de Críticos de arte.

Pablo Reinoso «La armonía es posible»

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Les trois Grâces (2012)

Pablo Reinoso

La armonía es posible

El imponente Castillo de Chambord y sus bellos jardines son el escenario de la actual exhibición del franco-argentino Pablo Reinoso (Buenos Aires, 1955).

Reconocido artista y diseñador, Reinoso está convencido de que la armonía entre el ser humano y la naturaleza es posible. Y aún cuando no lo explícita, existen indicios en su trabajo que aventuran la posibilidad de un equilibrio.

En ese sentido, al “subrayar los ciclos de la vida”, su obra “invita a cuestionar el lugar del hombre pero también el de los recursos y su agotamiento”, tal como señala el curador Yannick Mercoyrol, director de programación cultural del histórico sitio. Castillo medieval, con elementos y detalles decorativos influenciados por el Renacimiento, Chambord pertenece al estado francés y es Patrimonio Mundial de la Humanidad (UNESCO). Es uno de los castillos más visitados de Francia e incluso fue inspiración para la fantástica película animada.
La bella y la bestia de Disney; queda a dos horas al sur de París.

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Fotografías: Rodrigo Reinoso
Textos por: Victoria Verlichak

De desbordes y derrames

Trabajar y exhibir en el Castillo y en sus magníficos jardines es un sueño para muchos artistas. Privilegio convertido en realidad, Reinoso supo aprovechar el desafío, trabajar y disfrutar. Más cuando tuvo carta blanca para “adueñarse”del lugar. La maravillosa exposición DÉBORDEMENTS (Desbordamientos) no habla de inundaciones ni desbordes psicológicos sino que visibiliza la enorme capacidad de Reinoso de transformar y otorgar nueva vida a objetos funcionales, del diseño y la arquitectura. Sus audaces piezas alteran aspectos de lo cotidiano y del hábitat, aluden a la historia del arte, cuestionan la relación de los humanos con el espacio que los rodea, con el paisaje. Una selección de cincuenta piezas recorre cuarenta años de trabajo del notable artista, como su serie Articulations (2018-2019); esta es una versión más reciente, la exploración de estas formas comenzó en los años setenta. En el interior y exterior del majestuoso escenario, las obras trazan el camino de la fecunda trayectoria de Reinoso, comenzada en Buenos Aires en 1973, hasta la actualidad.

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El Virapita (1975)

Los materiales se desbordan, florecen de modo impensable, resultando en sorprendentes y exhuberantes obras que más allá de lo establecido, de lo imaginado, como en las series Bancos de espaguetis o Thoneteando, aquí se muestra el conjunto Thonet 21 (2006), esculturas a partir de las sillas Thonet, uno de los primeros objetos de diseño industrial del siglo XIX. Reconocido por una producción artística multidisciplinaria, Reinoso manipula la madera, modela el aire, trabaja el hierro, cincela la piedra, pinta el papel.

Alocadas, las tablas de un banco trepan al cielo, como Mirador Château (2018), se enrulan en Curly Bench (2019) o parecen abrazarse para bailar en Two for

Tango (2012), caen en cascada de un piso a otro como Enredamaderas (2009) en Malba, se inclinan para el costado como en Promenade Chambord (2022) o Le grande parole (2022), (La gran palabra). Ciertas franjas de madera de un marco, destinado a soportar y proteger una imagen, se desprenden y se independizan formando Les trois Grâces (2012), (Las tres gracias). Otras vetas se rebelan y enredan como plantas; Lacoonte (2014) remite de manera abstracta al sacerdote del mito griego atacado por la serpiente. Precisamente, muchos de sus trabajos borran los límites entre abstracción y figuración.

Algunas piezas embolsan el aire en telas ultralivianas e inventan diversas formas, colores y tamaños, son sus “obras respirantes” producidas a partir de 1995. Recrean la regularidad de la respiración de los pulmones. “Aludían al hábitat en su primera metáfora: el cuerpo”, dijo entonces el artista. Ahora, con otra versión de estas “obras respirantes” monocromas, Reinoso intervino el centro de la famosa escalera de doble hélice diseñada por Leonardo Da Vinci, hecha de tal manera que las personas que ascienden y que descienden jamás se encuentran; sí pueden verse a través de pequeñas ventanas.

Es la primera vez en la historia del Castillo que un artista es invitado a trabajar en la misma; allí despliega una instalación de tela de 18 metros llamada À Double Soufflé (Viento doble). El rítmico movimiento de estas esculturas blandas, que simulan la inhalación y exhalación, es producido por un ventilador interno eléctrico, que se detiene automáticamente a intervalos regulares. Así, alternativamente, la instalación con 132 respirantes se infla y desinfla, silbando ligeramente. La instalación “vive” en el interior de esa asombrosa escalera caracol. El talento de Reinoso se multiplica.

En conversación con esa estructura arquitectónica única diseñada por Da Vinci, también la icónica escalera de doble hélice es fuente de inspiración para

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À Double Souffle (2022)
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Eclosion (2021)
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Mirador Château (2018)

la monumental escultura de acero y piedra con su núcleo hueco de siete metros. Révolution végétale (dapres Leonard) -Revolución vegetal (según Leonardo)- (2022), se yergue y eleva frente a la fachada del Castillo. Aunque aquí no hay peldaños; fueron transformados en ramas que parecen buscar la luz. La pieza es una de las 23 obras de sitio específico creadas para la exhibición. La mayoría de las obras nuevas están desplegadas en los jardines, dialogando con el fabuloso entorno natural y con la arquitectura de Chambord.

Alrededor de la fachada se instalaron andamios que sostienen una gigantesca obra gráfica impresa, de 45 metros de alto. Entrelacs (2022), (Entrelazados), aparece como un continuo de fibras vegetales, quizá raíces, que abrazan el frente del Castillo. En blanco y negro, la instalación refleja una imagen de la serie de tinta china sobre papel realizada durante su residencia en Chambord, mientras planificaba la gran muestra en el transcurso del confinamiento de la pandemia: en el interior del castillo se exhiben siete tintas de esta serie.

DÉBORDEMENTS quedará en Chambord durante el verano europeo, hasta el 4 de septiembre, con el patrocinio de la Comisión Nacional Francesa para la

UNESCO. A propósito de ésta y en paralelo, la galería Xippas de París exhibe trabajos experimentales e históricos, como El Virapita, 1975, temprana pieza de madera con pulidas y lustrosas formas.

Sus obras forman parte de renombrados museos alrededor del mundo; en Buenos Aires integran las colecciones de Malba y del Museo de Arte Moderno.

En 1997, emplazó Memorial en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en homenaje a los estudiantes desaparecidos por el terrorismo de estado. Construida en bronce, la pieza escultórica consiste en una lista de nombres enmarcada por una forma amorosa que la recibe, que la arrulla, que está abierta al testimonio pero no a la resignación. En la Isla El Descanso, una variante de metal de sus “bancos espaguetis” se ensambla con el generoso paisaje vegetal del Tigre, en la provincia de Buenos Aires. En diciembre de 2019 donó una escultura de seis metros de altura a la Ciudad de Buenos Aires. A la manera de un árbol, Aires de Buenos Aires está desplegada en la Plaza Ramón Cárcano, en el barrio de Recoleta.

Hijo de prestigiosos psicoanalistas y de madre francesa, Pablo Reinoso estudió arquitectura y se formó como escultor. Reside en Francia desde 1978, cuando su familia se exilió durante la dictadura militar (1976-1983). Vive y trabaja en una gran casa-taller en el barrio parisino de Malakoff.

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Soleil (1993)
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Series Les Articulations (2018-2019)
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Révolution Végétale (after Leonardo) (2022)
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La grande parole (2022)

CARLA GIMBATTI

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CARLA GIMBATTI

Cuerpos Magnéticos

Carla Gimbatti / 1975, Argentina. Reside y trabaja entre Buenos Aires y New York. Desde hace una década investiga diferentes materiales, espacios y formatos, provocando vínculos con diferentes sectores de la sociedad para así ampliar el tejido y situaciones de sus obras. Tramas y texturas se repiten en su trabajo dialogando con la gente o con la naturaleza, transformándose en serigrafías, fotografías o esculturas. Después de haber estudiado Ciencias Económicas en la Universidad, Carla Gimbatti, empieza a trabajar con mujeres y niños en situación de riesgo o calle.
Siendo voluntaria de un proyecto cuya herramienta terapéutica es el arte, se da cuenta del poder del arte para ayudar a expresar, lograr, y sanar. Realizó cursos de Fotografía, Pintura y Escultura en Buenos aires que le permitieron empezar su camino artístico. Luego de mudarse a New York, continuó sus estudios en el Art Students League. Participó de un Programa de Pintura en la New York Studio School en el 2016-2017. Su trabajo escultórico es el resultado de su fascinación por la naturaleza y experimentación con materiales.

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Cuerpos Magnéticos #3 63 cm x 28 cm Aquareisn 2022/ Fotografías: Alexander Berg & Alexey Yurenev

FR: Entiendo que en tu obra hay un concepto que conecta la naturaleza con lo humano, la aproximación al detalle de los organismos como un foco de intimidad. ¿Dónde nace esa búsqueda y cuál es tu mirada e interés sobre esas perspectivas de relaciones con los materiales y las personas que se acercan a tu obra?

CG: El nacimiento de este interés por lo micro, lo que no es tan visible empezó cuando sentada en la Oficina de Migraciones de Nueva York. Estaba frente a la pantalla donde se registraban las huellas digitales de los que tramitaban la Greencard. Una y otra vez imágenes tan similares, pero tan diferentes pasaban delante de mi. En ese momento mientras cursaba un Master en la NY Studio School pensé en que podría hacer retratos de personas a través de sus huellas. Así empezó mi recorrido de hacer visible lo que es prácticamente invisible.

De investigar como la naturaleza sabia de nuestro cuerpo y de nuestra tierra forma una y otra vez patrones que tienen una geometría tan perfectamente imperfecta.

Por lo general, en el caso de las huellas, que es parte de nuestra piel y la piel de la tierra, siempre lo primero que me impacta es una imagen y así voy buscando la manera y la técnica de acercarla hacia nosotros.

En el caso de mi última serie, CUERPOS MAGNÉTICOS, sintetizo la relación entre la naturaleza y nuestros cuerpos, vemos rocas, huesos, estructuras, flexibilidad, atracciones, espacios, movimiento, quietud. Cuerpos Magnéticos es una obra dinámica donde cada pieza refleja la individualidad y a su vez la relación con las demás. Se adapta como en la vida a la situación o a la superficie que habita.

En relación a mi interés por el acercamiento de las personas a mi obra, lo que más disfruto es cuando ese trabajo se nutre de la interacción con otras personas y ellos a su vez descubren algo sobre ellos mismos. Por ejemplo, en mi serie HUELLAS, presenciar el momento en que descubren su propia huella al verla a gran escala. En Cuerpos Magnéticos cuando juegan en la pizarra magnética se sorprenden ante su creatividad y el estado de meditación en el que entran cuando componen la obra. Mis hijos son siempre los primeros con los cuales experimento.

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Cuerpos Magnéticos #5 81 cm x 45 cm Aquareisn 2022
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Manta Home-Cliff 200 cm x 100 cm Lana 2020
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Manta Home-Cliff 200 cm x 100 cm Lana 2020
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Wax relive. 152 cm x 60 cm. Aquaresin. 2018

Un proyecto muy especial para mi donde la participación del otro fue fundante fue MANTAS. Durante la Pandemia me convocaron en Nueva York a hacer un proyecto en el que hice alfombras para gente en situación de calle o riesgo.

En la alfombra se tejía una frase escrita o dibujada por ellos que respondía a la invitación a pensar en un momento donde se habían sentido protegidos.

Al venir de ellos las frases e inclusive la participación en el tejido, al recibir las mantas, sentían la obra como un territorio de protección. Cada alfombra tiene el tamaño de un colchón donde pueden dormir o taparse o abrigarse, refugiarse ante el frío o la lluvia.

FR: ¿Cuáles evoluciones percibís y buscaste tanto en lo material como en el sentido, desde aquel primer indicio en tus comienzos hasta hoy, con tu obra cuerpos magnéticos?

CG: Creo que lo primero que fui buscando fue lograr volumen en mis imágenes.

Como no estudié Arte en la universidad sino Ciencias Económicas, hacer bocetos fue realmente una tortura. Gracias a Charles Hinman, gran maestro en NY, que me sugirió hacer mis bocetos en plastilina, surgieron mis primeros paisajes en relieves. Me di cuenta que el volumen y el material me interesaba más que la pintura o serigrafía.

Estar en movimiento, tocar, ensuciarme es algo qué disfruto enormemente.

Estar sujeta a variables incontrolables como el calor, frío, o la humedad que hacen que los materiales reaccionen diferente.

LLegué a cuerpos magnéticos casi por necesidad. Quería poder trabajar en Buenos Aires y Nueva York de la misma manera. Poder hacer obra que la pudiera trasladar fácilmente y que no tuviera un formato convencional. Hace poco recordé que hace 15 años tuve un pequeño emprendimiento llamado Magnetia donde vendía tiras y planchas metálicas con imanes para poner fotos y papeles.

 

Durante la pandemia encerrada comencé a soñar con ir a Islandia a ver Rocas de Basalto. Compré arcilla negra de alta temperatura e intente hacer piedras de basalto. Las empecé a colgar con alambres y para qué no se viera el alambre puse algunas piezas con imanes. Por esas casualidades o causalidades de la vida mi estudio de NY tiene una puerta de metal y las puse ahí. A partir de ese momento se me ocurrieron infinitas ideas que aún hoy no terminé de hacer.

FR: ¿Cuáles son los motores principales de tu inspiración?

CG: Los fenómenos naturales que se fueron dando en el universo y en nuestro planeta y nos dejaron obras maestras que se formaron a través de millones de años. Lo inexplicable para nosotros como las conexiones invisibles de la naturaleza, como está conectada y se comunica ya sea bajo tierra como los micelios, los magnetismos.

Toda esa inmensidad que nos rodea y pocas veces nos detenemos a percibirla.

FR: En tu obra CM puede verse la armonía del conjunto de partes y también percibirse un estallido, un desprendimiento de partículas agrupadas en sus

distancias. ¿En qué estado creaste esta obra y cómo suele ser tu momento de creación en soledad en el taller?

CG: Mis piezas normalmente están por todas partes ya que tengo puertas, columnas y pizarras de metal. Me despierto muy temprano y me gusta ver el amanecer, tener ese tiempo de soledad. En esa hora de la madrugada en general me surge alguna idea pero al llegar al taller mas allá de sus variaciones mis obras reflejan mis estados a través de la composición. Las obras de Cuerpos magnéticos, expansivas, surgen cuando tengo mucha energía y me propongo utilizar absolutamente todas las piezas que tenga a mi alcance, música y movimiento.

Las más ordenadas, geométricas, a veces las presiento japonesas, me conectan con la filosofía Wabi Sabi, nacen durante días donde tal vez busco una armonía, estructura, orden físico y emocional.

FR: En casi toda tu obra la reformulación de las ramificaciones, los tejidos, lo celular, en definitiva la noción de organismo representado en sus avances e interconexiones, es una constante conceptual, material y simbólica que pareciera siempre encontrar una nueva materialización. En cuerpos magnéticos la pieza individual que denota su multiplicación pareciera un campo infinito posible de recorridos y formas. ¿Hacia dónde sentís que este concepto seguirá creciendo?

CG: Ese campo infinito de recorridos y formas es para mi la ciudad. Ya salí con una valija buscando superficies magnéticas qué existen por todas partes, columnas, persianas, portones, autos. Pero lo qué más me imagino es aprovechar la fuerza de los imanes que desafía la gravedad. Instalaciones en el techo.

Multiplicar las dimensiones de los espacios, recorridos y percepciones.

El predominio de la experiencia- GASPAR LIBEDINSKY

Gaspar 1

El predominio de la experiencia

CASA TOMADA

GASPAR LIBEDINSKY

Gaspar 2
MISTER TRAPO - Museo Nacional de arte decorativo, 2022
 

Una de las discusiones más interesantes que se plantean dentro del universo del arte contemporáneo gira alrededor de cuál es y cómo se expresa su verdadero potencial de politicidad. Una buena cantidad de críticos, teóricos y expertos, le presuponen a las nuevas formas del arte un componente alto de frivolidad y de falta de apego a las realidades sociopolíticas. Estas consideraciones, las más de las veces, responden a criterios más bién modernos de aproximación al problema y encapsulan las posibilidades políticas del arte a sus elementos discursivos y a sus resoluciones más obvias, dejando fuera de análisis dos cuestiones relevantes. Por un lado, desestiman la capacidad del arte por resignificar los lenguajes y, por el otro, solo perciben la politicidad de manera literal. Casa Tomada, la retrospectiva de Gaspar Libedinsky en el Museo Nacional De Arte Decorativo de Buenos Aires es un ejemplo claro de lo equivocado que pueden estar los que le imputan al arte contemporáneo una ligereza insustancial que solo busca el efecto inmediato y el reconocimiento del mercado. Libedinsky es un artista con una ligazón estrecha con el mundo social en el que vive y su compromiso reconoce una infinidad de capas superpuestas que pendulan entre la cuestión ambiental, las desigualdades sociales, las discusiones sobre el espacio y el tiempo, sobre lo valioso y lo mundano, sobre lo útil y lo desechable y, en definitiva, sobre lo ordinario y lo especial.

Las analogías que el propio Libedinsky establece entre el artista y el servidor público, lo coloca en el rango de un activismo contundente, al que le incorpora, gracias a su sólida formación profesional, un discurso pulido, centrado, razonado e innovador. Pero, a diferencia de otros casos en lo que el discurso se antepone y se sobreimprime a la obra, en su caso, ambas dimensiones se acompañan y se enriquecen mutuamente al tiempo en que le permiten a Libedinsky armar su propio personaje, su propia

Casa Tomada es, además de una muestra retrospectiva que mezcla obra nueva con reposiciones de trabajos anteriores, un site specific gigantesco.

La muestra está pensada, organizada y ejecutada para el espacio del Museo Nacional de Arte Decorativo y no podrá ser repuesta del mismo modo en otro lugar. Este es uno de los puntos altos de la exposición y es algo que merece ser rescatado. La manera en que Libedinsky resuelve el diálogo de las obras con el espacio del Museo y el modo en que el artista fue tomando los espacios interiores y exteriores del Museo es de una precisión y un detalle milimétrico. Todo tiene su explicación, su lugar y su sentido. El itinerario espacial, el guión que se sigue hilvanando una obra con la siguiente y la posible lectura final del “texto” que propone Casa Tomada no deja nada al azar y entremezcla un indudable placer en las posibilidades lúdicas del arte con una seriedad conceptual y un rigor en la ejecución admirables.

El encuentro del visitante con la obra comienza apenas traspasa el bellísimo portal del Museo. Antes de entrar, Libedinsky dispuso su “homenaje al hombre común”, una obra que cabalga entre la instalación y la escultura y que remeda a los Castellers, esas torres humanas que son parte del folclor catalán y que se remontan a 200 años atrás. En la versión del artista, el clásico vestuario deja paso a trajes oscuros y camisas blancas comprados al Ejército de Salvación. La formación habitual de los castells, con los hombres más fornidos y gruesos abajo para soportar el peso y darle equilibrio a la formación se invierte y los más débiles sostienen a los más fuertes, lo que da a la escultura un fuerte tono paródico y social. Para aumentar su potencia simbólica, la estructura puede erguirse y guardarse mediante un sistema de poleas, y lo que se hace apenas comienza el día de exhibición es “izar” el monumento, como si se tratase de una bandera.

Ya dentro, en la antecámara del Palacio, la experiencia guía al visitante hacia Intocable, una instalación de 2020 que es, al mismo tiempo, una puerta de entrada a la exposición y un resumen. La actitud de la obra frente al entorno es la de toda la muestra, la irrupción de algo que no debe estar allí pero que sin embargo aparece, se presenta y lo modifica todo. Lo extraño ganando el espacio de lo habitual. En este caso, unos insectos-pájaros de metal pululan sobre una purísima escultura de Joseph-Michel-Ange Pollet y rodean su blanco inmaculado sin tocarla. Un sonido invade el ambiente y completa el clima de la escena, predisponiendo al espectador e invitándolo a dejar de serlo y a sumarse a la experiencia planteada por el artista.

Esta continúa con la obra tal vez más espectacular de la muestra, por su dimensión, su carga conceptual y su apertura en términos visuales partiendo de su emplazamiento y de sus múltiples posibilidades de abordaje. En Arrecife, Libedinsky usa 1.000 kilos de cerdas plásticas de escobillones para armar un arrecife de 400 metros cuadrados en la planta principal del Palacio. Compositivamente, la obra es impecable. Los caminos interiores que crea el arrecife, su fuga hacia las escaleras laterales, el manejo de la competencia de la obra con el entorno barroco y con el piso marqueteado la convierten en una de las estrellas de la muestra. Vista desde el balcón del primer piso, la obra se realza y toma una dimensión más amplia, mezclando la idea inmersiva de estar allí recorriendo con la posibilidad de alejarse visualmente y generar otras perspectivas y otras miradas.

En el salón comedor, la imponente mesa original de la colección fue sustituida por una de las obras más interesante y estimulante de la exposición. Se trata de Banquete, una mesa realizada con puertas y ventanas que pueden abrirse

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AVESTRUZ Museo Nacional de arte decorativo, 2022

y cerrarse, formando figuras espacialmente distintas y volviéndose aptas para distintas actitudes en cada caso. Abrir una puerta o una ventana predispone al diálogo entre dos o entre varios, llama a la intimidad o al trabajo grupal.
Levantar una ventana opera como límite y al mismo tiempo como refugio. El trabajo tiene muy presente una inspiración arquitectónica y de diseño y los colores plenos contrastan con los mármoles, las paredes y pisos de madera y las arañas antiguas. El resultado visual es contundente, rasgo que se acentúa en las activaciones, cuando performers toman el espacio y le dan distinta funcionalidad. En la misma sala, en los paneles laterales, están las pinturas de Libedinsky. La serie Kunstformen der Natur reúne una colección de obras muy particulares. El artista tensa con dos paneles de acrílico escobillones de manera tal que las cerdas se desacomodan y van tomando formas diferentes.

Los hilos de plástico actúan como pinceladas para diseñar composiciones abstractas con una paleta de colores vibrante que en algunos casos llega incluso a sugerir una especie singular de paisajes.

Más allá, en las salas contiguas, La nube se adueña de un pequeño espacio y lo domina. La gran masa de esferas de cerdas de colores arremolinados está puesto a la altura de la cara de una persona de estatura media y los visitantes no pueden evitar la foto escondiéndose tras la escultura.

En el salón, la obra más antigua y conocida del conjunto, Mr Trapo, está dispuesta como un salón de maniquíes, o un desfile de modelos estáticos. Sobre los figurines de madera, prendas realizadas durante la beca Kuitca entre 2010 y 2011 hacen que trapos de piso, franelas, rejillas y otros textiles de uso popular y cotidiano se transformen en trajes, ambos del tipo de enfermería o uniformes

institucionales. La serie maneja un registro emocional primario, que opera en el reconocimiento inmediato del observador sobre la materia y, al mismo tiempo, requiere de una agudización de los sentidos para percibir los cambios y comprender cómo un elemento puede pasar a ser otro mediante el juego estético. La fase final del recorrido por la planta del Palacio Errázuriz está escoltado por La economía circular del avestruz, una instalación de dos esculturas de buen tamaño en el que 40 plumeros comprados en la calle a vendedores ambulantes visten una estructura de madera con forma de avestruz.

Las plumas de los plumeros, todas distintas pero en el registro de los grises y los tierra, forman los cuerpos de los animales, indicando la circularidad de un material que dejó su origen para volver a él. El hecho que no exista comercialización ni fabricación “formal” de plumeros le da a la obra una dimensión socio histórica muy situada y lo coloca a Libedinsky como un activista y un crítico.

En el subsuelo del museo hay una serie de trabajos que recorren temporalmente una década y que muestran la variedad de registros en lo que puede moverse el artista para lograr el efecto de comunicación. En la sala oscura puede verse un video, Boquete, en el que se ve cómo se abre un agujero en un muro en la cárcel de Caseros. Cuando el boquete queda hecho, el pedazo de pared que lo contiene es seccionado, bajado mediante un sistema de grúas y es transportado por la ciudad en una camioneta. Libedinsky instaló una cámara en el muro para registrar el recorrido urbano filmado desde atrás del boquete. Las paradas, imposible de establecer de antemano por cierto, van conformando una suerte de guión visual de extrema y singular belleza. Llama la atención, en algunas partes del video, la precisión en el recorte de la imagen que se establece con los límites circulares del agujero, que terminan siendo el marco de imágenes potentes y características de Buenos Aires.

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KUNSTFORMEN DER NATUR Foto by Flavia Canelo

Un poco más arriba, Carrousel, es una instalación participativa en la que una ronda de bicicletas unidas entre sí actúan como una fuerte metáfora de la colaboración. Si una sola persona es la que pedalea, su esfuerzo se intensifica para poder acarrear al resto, si mas de uno pedalea, la intensidad física disminuye y el sacrificio es menor. Otra vez, la resolución estética está impregnada de metáforas sociales y responde a un juego conceptual que es propio de Libedinsky. Afuera, en el señorial jardín del palacio, se pueden ver las casitas para pájaros realizadas por los colaboradores del artista en su taller a partir de un elemento único y común. La consigna es la de convertir un cajón de verdulería en un albergue de pájaros, para que puedan guarecerse y comer. Las distintas versiones son sorprendentes. 
Pueden adivinarse formas abstractas, construcciones utilitarias y obras con más presencia de la variable estética, pero el conjunto, además, opera como una especie de una sinfonía visual de gran atractivo. Al final, el gran tapiz hecho con trapitos comprados a trabajadores urbanos re-instala la pregunta sobre el potencial político del arte contemporáneo a partir de rituales mínimos, casi íntimos. No quiero terminar este recorrido por la muestra sin subrayar lo que creo es el gesto principal que la recorre, complejizando y tornando a la experiencia interesante además de bella. Libedinsky trabaja con la inversión, con el trastocamiento y la idea de poner las cosas en otro lugar. Lo hace todo el tiempo, coloca un objeto aspirando a ser otra cosa, un material pidiendo otro destino que el habitual, un elemento resignificándose y reclamando ser visto de otra manera, una suerte de sinécdoque visual que asombra, invita a la reflexión y al disfrute calmo.