El libro de dibujos en el que trabaja hace tiempo ya es casi una realidad, que se palpa en prototipos. Lo editarán Kültur Büro Barcelona (KBB) y JRP/Ringier, una edición al cuidado de Sigismond de Vajay que se imprimirá en Barcelona.
“¡Estoy tan contento con esto! El primer dibujo incluido es de 1969”, cuenta.
Su otro orgullo es una obra pequeña, en tres dimensiones, a mitad de camino entre el objeto y la pintura: por fuera es un teatro de unos 40 centímetros de alto y, por dentro, la superficie manchada y matérica de una paleta aún fresca sobre vidrio. “Hacía tiempo que quería hacer algo que se llamara El teatro de la pintura. Más allá de la literalidad del título, la obra es eso: la pura pintura puesta en escena. No me pasa que me guste mucho lo que hago… ¡pero esto me encanta! Tiene esa idea de que para mí lo teatral en la pintura no es necesariamente lo dramático, sino que hay algo en la pintura que va más allá de lo narrativo que es teatral, al mismo tiempo. Veo colores en la paleta y puedo percibir acción, drama”, dice, y enciende la luz del teatrito para que se aprecien sus transparencias desde afuera. “El teatro de la pintura es una contradicción, son términos opuestos. Se supone que si algo la pintura no es, es teatro. No es ficción, no tenés porqué pactar ante un cuadro lo mismo que en el teatro: el hecho de creer que algo fue dotado de verosimilitud. No es algo de creer o no creer. Acá me parece que el teatro es visto como espacio, y no como condición de la obra. Es una obra concreta; una caja con colores”.
Pasan los años y Kuitca sigue joven, al menos en aspecto. El pelo continua de ese rojizo oscuro, los ojos azules, el estilo despreocupado de siempre y no usa anteojos, o casi, y pasados los 50 eso ya es un triunfo. “Puedo vivir sin lentes, pero no puedo leer de cerca sin ellos. Lo que no puedo hacer es pintar con lentes, porque es una distancia mayor… la distancia de mi brazo”.
Si mirás después con anteojos la obra, ¿la cosa cambia?
–Me pasa con los cuadros grandes, los murales. En uno en Somerset, Inglaterra, sucedió que lo veía blureado, fuera de foco. Sentía que le faltaba algo de precisión. Lo miraba extrañado, ¡hasta que me puse los lentes! ¡Qué alivio!
¡Estaba bien definido! Fue como apretar un botón. Tengo que preparar para el año que viene mi vista y mi cuerpo, porque tengo que trabajar en un espacio mucho mayor en Escocia. No es una iglesia, que es lo que me gustaría, sino el restaurante de un hotel en el medio de la nada. Un lugar espectacular, pero remoto.
Lo que sí se verá en Buenos Aires en la muestra de la colección de la Fundación Cartier en el CCK, de la que sos curador, a partir de octubre.
–Es la continuación de Les habitants, por la que estuve trabajando en París en febrero pasado. La segunda parte de esa muestra, aquí en Buenos Aires, se llamará Les visitants, una palabra que en realidad no existe. Se extiende muchísimo la cantidad de obras y de artistas, es enorme la muestra como lo es el espacio del CCK. Técnicamente es muy compleja, porque hay muchas salas de video. Es un desembarco importante: Patti Smith, David Lynch, grandes fotógrafos como William Eggleston, Francesca Woodman, Wolfgang Tillmans y Nobuyoshi Araki. Se trata de una colección cuyos acentos más fuertes son Francia, Japón y África. Una oportunidad para conocer la obra Hiroshi Sugimoto y la de Rinko Kawauchi, una joven fotógrafa excepcional, que no se han visto acá. Son 22 artistas, algunos con veinte obras, otros con una sola instalación.
Además, hay un proyecto de hacer un programa paralelo de acciones que la fundación suele hacer: Les Soirées Nomades, que son performáticas, danza teatro, charlas, música; Les Nuits de l’Incertitude, que son debates, y las maratones de entrevistas infinitas que hace Hans Ulrich Obrist. La muestra va a estar seis meses y lleva tiempo verla. Yo estoy muy comprometido en todo, pero de mi obra sólo va a estar la reproducción del living room de David Lynch tal cual estuvo en París, apenas un poco más grande: el cuadro de Lynch, el fondo mío, la voz de Patti Smith y su presencia, creo, en algún momento de la exposición. Va a haber una buena selección de fotos de ella: su trabajo fotográfico es muy extenso y muy bueno. Ella es fabulosa. Hay cosas fascinantes, como la serie de desnudos de Lynch, que hizo antes de Blue Velvet, cuando está en el nacimiento de su lenguaje fotográfico, y cuando lo ves, ¡es puro Lynch! Eso viene directo de su estudio, además de un conjunto enorme de trabajos en papel. La colección es gigante. Lo que hice es una selección según
mis caprichos, mis intereses, mis ganas.
¿Cómo te sentís en el rol de curador?
–Me siento raro. Lo vivo con una responsabilidad enorme. De hecho en ninguna parte figuro como curador: en París la muestra se nombraba como “Les habitants, una idea de Guillermo Kuitca”, y acá será “una mirada de Guillermo Kuitca”. No tanto por pudor como por respeto. De algún modo, creo que el curador hilvana obras de un modo más discursivo, y en este caso son muestras sin discurso, muy intuitivas aunque sé lo que estoy mostrando, con la libertad de no atar las obras a un eje curatorial, ni histórico, ni de una investigación.
Pienso que lo que hago es poner mi creatividad en un collage gigante de piezas de otros artistas.
¿Cómo ha sido tu relación con los curadores?
–Me ha tocado de todo… Cuando trabajás con un curador en una muestra antológica es muy raro que se establezca una relación complicada. En general, soy una persona relativamente fácil en el trato. Puedo tener alguna firmeza, algunas convicciones… pero soy fácil. Ahora en las muestras colectivas sí pueden surgir las dificultades: ¿por qué esta obra? ¿Por qué esta pared?
¿Qué tiene que ver esta obra con este contexto? Aparecen arbitrariedades. Sin embargo, la arbitrariedad como fuerza creativa es fabulosa. Tan importante como el talento mismo. Es de donde saco la fuerza para hacer lo que hago. Me parece que el curador no tiene ese margen, tiene que tener alguna claridad.
Sí me molestaría que una muestra no sea clara para el público, en el que me incluyo: los que vemos arte. Aun el sinsentido. La falta de claridad en el arte es insoportable. La búsqueda experimental también me interesa, y no puede ser concluyente, afirmativa, pero sí puede tener claridad en tanto búsqueda.
Toda obra, todo artista y toda constelación de artistas encierra su lógica y su expresión más clara. Últimamente estoy muy atento a eso. Cuando pierdo el hilo de por dónde fue un artista en una muestra antológica, pienso que ahí hicieron lío. Espero que mi visión en esta muestra sea la más clara posible.