Julio Le parc
Julio Le Parc, Ondas 110 n8, 1974, Cortesía Atelier Julio Le Parc.

De movimientos y resplandores

Julio Le Parc

Nadie recuerda algo parecido. Julio Le Parc propuso que el público vote si deseaba que la maravillosa obra Esfera azul fuera donada al CCK (Centro Cul- tural Kirchner) por él mismo. El público expresó su opinión favorable y, desde diciembre 2016, la espléndida pieza forma parte del patrimonio de la Nación Argentina; pertenece a todos. El imponente y luminoso móvil está compuesto de 3.500 placas de acrílicos azules translúcidos y tiene 4 m. de diámetro. Las luces del entorno se reflejan en la esfera que, con su movimiento, multiplican y hacen danzar las formas del hall central de antiguo Correo Central donde está emplazada. Las provocaciones y combinaciones ópticas convierten a la pieza en ineludible foco de atracción y dan la bienvenida a los visitantes.

Precisamente, el CCK será una de las sedes del Homenaje nacional a la trayec- toria del consagrado artista -con dirección artística general de su hijo menor Yamil Le Parc, director de Atelier Le Parc (París)- que se realizará conjuntamen- te con el Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro de Experimentación del Teatro Colón; coronado con una publicación monográfica sobre su pródiga obra.

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DESTELLOS DE UNA BIOGRAFÍA

Investigador del movimiento y de la luz, Julio Le Parc (Mendoza, 1928) vive en Francia, donde se instaló en 1958 con una beca del gobierno francés, haciendo el viaje inverso de su abuelo paterno que había cruzado el océano a fines del siglo XIX. En París encuentra a muchos expatriados latinoamericanos pero, también, allí conoce a Victor Vasarely, Georges Vantongerloo, entre otros, y se interesa en la exploración de la percepción a través del arte óptico.

Aunque ya había comenzado a experimentar con la abstracción, en Francia toman fuerza sus investigaciones en pinturas que creaban una ilusión óptica. Luego, no se conforma con representar el movimiento, sino que lo incorpora directamente. Incluye en sus obras partes que se mueven a través de meca- nismos motores o manuales, por efectos ópticos y lumínicos, y por las inves- tigaciones para lograr el movimiento, que el viento impulsa en las esculturas al aire libre. La participación y el punto de vista del observador -“sujeto de ob- servación para otros espectadores”- forman parte determinante de su obra. En el inicio, su interés por el arte se profundiza gracias al encuentro con Lucio Fontana -creador del “espacio ilusorio” a través de perforaciones reales en el plano pintado-, que fuera su profesor de dibujo en una secundaria de la calle Cerrito en Buenos Aires, ciudad a la que había llegado a los 13 años con su madre y sus hermanos. Entonces, en los años ’40, también conoce la propues- ta de varios artistas constructivos, que desean eludir la representación de la realidad y las huellas de subjetividad. Por esas cosas del destino, los maestros Fontana y Le Parc coincidieron, a comienzos de 2019, en sendas muestras en el museo Metropolitan de Nueva York.

Hace unos años, en conversación con esta cronista, Le Parc recordó que fue obrero de una marroquinería y que abandonó la enseñanza formal en 1947, no sin antes conocer los murales de las Galerías Pacífico realizados en 1946. Muchos años después, a propósito de una espléndida intervención artística en Plaza de las Artes del Centro Cultural Borges (Galerías Pacífico) confesó que con sus compañeros iba a curiosear mientras los muralistas -Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Manuel Colmeiro, Lino Enea Spilimbergo y Demetrio Urruchúa- pintaban: “fueron parte de mi formación como artista”. En 1954 ingresó a la Escuela Superior de Bellas Artes deseoso de modificar algunos parámetros del mundo del arte.

El compromiso de cuestionar el papel del arte y del artista en la sociedad se reafirma en 1960, cuando junto a otros artistas, Le Parc funda el Grupo de Investigación de Arte Visual (Groupe de Recherche D’Art Visuel). En su mani- fiesto sostienen que “la noción del artista único e inspirado es anacrónica”. Fiel a estas palabras, Le Parc es uno de los creadores más accesibles del medio artístico, quizá porque tampoco olvida su origen proletario.

Se destaca tempranamente creando cajas de luz con movimiento, pero no deja la pintura y en 1966 obtiene el Gran Premio Internacional de Pintura Bienal de Venecia, con obras que crean la ilusión de movimiento por la repetición en serie del mismo motivo plástico, por las sutiles variaciones en tamaño, forma, fondos.

 

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Continuel mobile, 1965/2013, palais de Tokyo, Paris

Las citadas piezas, junto Esfera azul de CCK y la recién instalada Mobile Sphère Orange en Fundación Atchugarry (Punta del Este), inducen a la dislocación de la visión y permiten verificar cómo, según la circulación de los observadores, varían las relaciones entre geometría, espacio y cuerpo, entre colores y for- mas vibrantes.

Su firma y diseños son cada vez más requeridos. El desarrollador Jorge Pérez instituyó el premio de escultura “Julio Le Parc”, que ganó en 2017 la artista argentina Marie Orensanz. Rutini Wines ideó el vino Antología Julio Le Parc, con racimos de malbec de su provincia natal, con packaging inspirado en su obra cinética Desplazamiento (1965). En tanto, Colección Amalita (Fortabat) presentó la muestra Variations autour de La Longue Marche, propuesta del artista para Hermès Éditeur para creaciones con copias únicas de pañuelos de seda, a partir de las seis pinturas de formas y colores vibrantes de La longue marche (1974-75).

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Forme en contorsion sur trame, 1966
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Gouche project coleur n1, 1958
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LOS HOMENAJES

Le Parc tiene un sentimiento de inconmensurable alegría por saberse profeta en su tierra. Ahora, en el marco del Homenaje nacional a su trayectoria, el CCK despliega en 3.000 m2 la exhibición inmersiva Julio Le Parc. Un visionario, con curaduría de Gabriela Urtiaga. La retrospectiva recorre 60 años de investi- gación con la luz, la pintura, la escultura y experiencias participativas.

A propósito de su obra -“gran sinfonía de luz en movimiento”, en palabras del experto en arte latinoamericano Hans-Michael Herzog-, en la fantástica sala sinfónica la Ballena azul, el maestro sostendrá un diálogo creativo con el ce- lebrado pianista y director de orquesta Daniel Barenboim. No es casualidad, la musicalidad de su trabajo hace inevitable el Proyecto Le Parc, caracterizado como un encuentro de las artes visuales y la música en el Centro de Experi- mentación del Teatro Colón.

Otra parte del homenaje se desarrolla en el Museo Nacional de Bellas Artes, al que el artista vuelve tras su retrospectiva del año 2000. El Pabellón de ex- posiciones temporarias exhibe Julio Le Parc. Transiciones Buenos Aires-París, 1954-1959 con curaduría de Mariana Marchesi. Son obras históricas realizadas antes de su viaje a París, en las que se percibe cómo tras iniciarse en la figura- ción asoman sus investigaciones hacia la abstracción.

Así las cosas, es evidente que acertó la adivina pelirroja que, cuando Le Parc tenía 17 años, le auguró muchos viajes y éxitos.

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